Imaginemos un acontecimiento importante de nuestra vida: un joven que está a punto de dar un examen, una mamá que tiene a su hija en la sala de partos, un papá que imprevistamente se queda sin trabajo… ¿sería normal que nuestra mente se mantuviera calma y tranquila ante estos acontecimientos y otros parecidos que vivimos a diario? No. Porque nuestro organismo, ante cambios bruscos, necesita segregar sustancias que nos hacen acelerar el corazón, tener sudoraciones, elevar la presión, y muchos otros cambios que son NORMALES, cuando ocurren por una causa puntual.
Desaparecen cuando ese acontecimiento transcurre, porque lo afrontamos dentro de parámetros normales y queda en nuestra mente como una experiencia vivida. Puede ser una experiencia triste o feliz, porque la vida está hecha de diversos acontecimientos, pero no queda anclada en nuestra mente para paralizarnos.
Aquí nos preguntamos : ¿Todo es una cuestión mental?
Por supuesto. Absolutamente mental. Nos reímos, nos conmovemos, nos enojamos, pasamos por infinidad de sentimientos en el día a día, donde aprendemos a sostenernos en equilibrio y a vivir en medio de emociones.
El problema es cuando la ANSIEDAD se convierte en un estado permanente, cuando nos acecha continuamente y nunca nos avisa cuándo nos va a atacar. Cuando nos puede traicionar al punto de INCAPACITARNOS.
Es fatal cada vez que aparece y vivimos pendiente (nuestra mente está pendiente) y desesperados pensando que tenemos una dolencia física, que la ANSIEDAD nos va a causar daño, que nos ahogamos, que nos vamos a volver locos, que nos puede producir la muerte.
NADA DE ESO VA A OCURRIR, porque todos esos síntomas son producto de NUESTRA MENTE.
Es importante que concurramos a un chequeo médico primero para despejar cualquier dolencia física, y obtener un diagnóstico acertado de que no existe nada que quiera matarnos.
Entonces comienza el camino para sanar nuestra mente. Esa va a ser la idea.
SANAR NUESTRA MENTE.
Ella acumuló durante mucho tiempo (muchas veces desde nuestra vida uterina) un patrón de dudas, maltrato, baja autoestima, sentimientos de muerte y durante mucho tiempo nos envió señales:
– Nos quedamos mudos cuando en la escuela teníamos que leer ante nuestros compañeros.
– Nos rompimos una pierna cuando debíamos participar de una competencia deportiva.
– Nos enamoramos y jamás pudimos demostrarlo.
– Fuimos en busca de ese amigo que necesitábamos y pensamos que él nos despreciaba, y no tuvimos el coraje de decírselo.
– Estuvimos frente a nuestros padres a punto de interrogar cómo se encontraban ellos durante nuestra etapa congénita y no nos salió ni una palabra.
Y cuando somos adultos, el ritmo de vida nos absorbe, el patrón social nos exige, el sistema, la tecnología, los medios de comunicación, el estándar de vida… Uff… (me puse ansiosa) que terminamos ocultando las señales. Dolores repentinos, insomnio, temblor en los ojos, zumbido en los oídos, sudoración en las manos… ahí aparece la ANSIEDAD y nuestra MENTE nos avisa, pero no la escuchamos.
Testimonio de un enfermo de TAG
“De niño le temía a todo. A la oscuridad. A quedarme solo. A que mi madre no estuviera a mi lado. Toda vez que ella no estaba conmigo pensaba que no la volvería a ver. Que me había abandonado.
Durante la etapa escolar no tenía muchos vínculos con otros niños, hacía mis tareas sin cuestiones, estudiaba, pero aislado. Un nene muy “buenito” y “calladito”, sobre todo calladito, de esos que no molestan a la maestra. Mis juegos eran en soledad, con mi imaginación y con amigos que existían sólo para mí. Ellos me comprendían y nunca me abandonaban.
Durante la adolescencia continuó el aislamiento, la incomprensión de los sucesos que acontecían en el mundo y se agudizó el rechazo por estar con muchas personas.
En la adultez continuó mi entrenamiento mental para adecuarme a la sociedad. Estudié y accedí a una profesión. Formé una familia. Pero muy seguido deseaba estar en soledad, quedarme en estado de aislamiento y sentir con toda intensidad la tristeza que me embargaba.
Hice terapia varias veces, pero creo que así como me mentía a mi mismo, sobre lo que realmente me pasaba, le mentía también al terapeuta.
Un día cualquiera comencé a sentir fuertísimos dolores en el pecho y concurrí a hacerme estudios médicos. NO TENÍA NINGUNA DOLENCIA. NO ME IBA A MORIR DE UN ATAQUE AL CORAZÓN. Pero esas crisis eran seguidas, cuestión que me derivaron a un psiquiatra y a un psicólogo. El psiquiatra me medicaba para que no tuviera crisis de pánico y fobias, y el psicólogo me sometió a una terapia cognitiva-conductual para que YO PUDIERA DESCUBRIR los motivos de mi enfermedad mental.
En ese camino también me vinculé a terapias alternativas que acompañaron mi tratamiento, pero con los profesionales continuaba sin poder desentrañar la verdadera causa de mi enfermedad. Siempre dicen que sólo quien la padece, va a desentrañar la/s causa/s a través del tratamiento, pero muchas veces uno sólo desea que lo guien, que le digan “ya pasó” que le den la receta y “váyase con esta mente nueva que nunca jamás le va a causar problemas”.
PERO NO HAY MAGIA. NO. SOLAMENTE UNO PUEDE SANAR SU MENTE.
Un día escuchaba un testimonio de un secuestrado durante la dictadura cívico-militar: Él estaba contando cómo cada día que estuvo en cautiverio pensaba que se ahogaría en esas tinas donde lo torturaban, con altísimas probabilidades de que muriera así, sin un motivo, por algo que él decididamente desconocía.
La misma secuencia, la misma vivencia que había tenido yo durante toda mi vida. “Alguien o algo me está ahogando y va a matarme y yo no sé porqué”
Me levanté de inmediato y fui a llamar a mi madre para decirle que quería tener una charla con ella (mi padre ya no vivía). Nos encontramos y con mucho amor y comprensión le pregunté detalles sobre nuestra familia durante el período de mi gestación.
Que fuera un hijo no deseado no me sorprendió (la enorme mayoría dudo que no lo sea). El momento más duro fue el relato de todo el peregrinar de mi madre para abortar, para matarme, para que yo no naciera. El dolor que siempre había sentido por haberlo intentado y el amor con que ahora deseaba que esa fuera la raíz de mi enfermedad para que pudiera sanar. Aún a riesgo de que no la perdonara.”
A veces la sanación viene con el perdón, a veces es con medicación, a veces no, a veces se necesita de otros, a veces se puede en soledad o rodeados de muchos acontecimientos tan inusuales de este mundo moderno, en medio de silencios o ruidos espantosos. La sanación está en la misma mente que te creó la enfermedad.
[alert type=red ]Si pensás que sufrís de algún sintoma de TAG, no lo dejes pasar. Contá lo que te pasa y buscá ayuda profesional. Los enfermos de TAG se curan. Se curan cuando comienzan el camino de la sanación de su mente.[/alert]