Desde hace unos (pocos) años vemos cómo masivamente las campañas contra el uso del plástico y sobre todo, de aquellos productos de plástico de un solo uso como vasos descartables, botellas de gaseosa, etc, han crecido. Todo el mundo ha leído algo, alguito sobre el asunto. Sin entrar en grandes detalles, hoy sabemos que el plástico es una de las mayores amenazas para la biodiversidad del mundo.

La biodiversidad, eso que cuanto más tengamos, menos vulnerables a los embates climáticos somos y que estamos destruyendo de a poco. La palabra “microplásticos” fue la infeliz palabra del año en 2018 elegida por Fundéu, una fundación asesorada por la RAE que promueve el buen uso del español. Fue el lema de la ONU también el año pasado para el Día del Medioambiente, “un planeta sin contaminación por plásticos”. Desde hace unos años, julio se transformó en el mes sin plástico, un movimiento comenzado por una autraliana llamado justamente en inglés “Julio sin plástico” y la idea es reducir durante el mes el consumo del mismo. Se van colocando distintos desafío que invitan a las personas a no usar este material o prestar atención a todas esas cosas de plástico que tienen un uso. Se busca concientizar.
Mientras tanto, en el Partido de la Costa, no tenemos si quiera tachos para separar la basura en playa. Ni hablemos de políticas sostenibles referidas a la gestión de residuos sólidos.
Si sabemos que el plástico es uno de los mayores enemigos de nuestros mares, ¿por qué no hacemos nada para evitarlo?
Porque es más fácil hacer cartelitos que digan “no tires tu basura en la playa” y nada más. Porque ese cartelito coloca exclusivamente la responsabilidad sobre el usuario y el Estado se lava las manos de todo el resto. Recordemos que la responsabilidad es tanto del usuario como del municipio ya que es éste quien tiene que encargarse del destino final de esos residuos. En otra columna explicamos el camino de la basura y cómo en nuestro Partido esta gestión se realiza de una forma poco sostenible al simplemente recoger (con frecuencias misteriosas según la región donde vivas) las bolsas y revolearlas en un paraje donde nadie la ve (o mejor dicho, se ve pero a nadie le importa mientras no le afecte personalmente).

Entonces, ¿qué podemos hacer con respecto a este tema?
Primero, seguir exigiendo políticas sostenibles en el Partido de la Costa que comprendan desde el reciclaje hasta la disposición final de la basura. Después, comenzar a prohibir el uso de pajitas, vasos descartables y todo eso que vemos en la playa tirado después de un día de sol.
Hace cinco años visité Uspallata, en Mendoza. Había un viento de locos y lo que me llamó la atención es que no veía bolsas volando. En Uspallata, en 2014, las bolsas estaban prohibidas. No te las vendían si no tenías. Estaban prohibidas. Con mi compañero fuimos a comprar a un mercadito y terminamos yendo y viniendo porque no podíamos llevar todo. La segunda vez fuimos con la mochila. Un planteo que se hace con respecto a prohibir las bombillas es que al hacerlo, no se tiene en cuenta a la gente con necesidades especiales. Hay pajitas de papel que se pueden tener para esos casos. ¿Cómo hacen los vendedores ambulantes? Usan vasos de papel. Y esto a la vez, si fuera subvencionado por nuestro municipio, podría generar trabajo en el propio partido: cooperativas que hagan vasos de papel, pajitas de papel, platitos de papel. Centro de reciclaje y producción de sillas, tachos, cuchas con plástico reutilizado. No hay que ser muy inteligente para ver todo lo bueno que puede llegar a traer una política sostenible con respecto a los plásticos.
Responsabilidad y compromiso
Y por último, nos toca a nosotros hacer algo. Sabemos que nuestro granito de arena es prácticamente nada en el desastre que se hace a los niveles que realmente importan. Pero ya lo dijimos varias veces en esta columna: si no sos parte de la solución, por lo menos no seas parte del problema.