Estamos en plena campaña electoral en nuestro país y nuestro partido no es una excepción. Se discute como un partido de fútbol si uno u otro y poco se discute qué de hecho están proponiedo. Qué dicen sus plataformas políticas. Y lo que nos compete a nosotros (y a todos en realidad) en esta columna: qué políticas ambientales quieren implementar.
La mayoría de las veces las políticas ambientales brillan por su ausencia durante las campañas y aun peor, en las plataformas políticas. Y si se las menciona es de una forma tan vaga o tanto palabrería bonito que en realidad no se está proponiendo nada. Es que sufrimos de un problema grave: el cortoplacismo. Queremos que nos resuelvan los problemas ya y ahora. Queremos ver linda la playa con un embellecimiento de la costanera y que vuelen los médanos. Queremos calles asfaltadas que se inundan a la primera lluviecita porque se asfalta sin siquiera considerar que son esas calles de arena las que nos están salvando (todavía) de una inundación peor. Y esto porque “ordenamiento territorial” son dos palabras que no existen en el vocabulario de quienes nos gobiernan. Queremos que en nuestro partido entre dinero y no nos importa que los incentivos propuestos por los gobernantes sean en completo detrimento contra el medioambiente. Si las cosas son resueltas ya, está bien.

Otro problema grave es pensar que políticas ambientales son sinónimo de prohibir bolsas de plástico o pajitas; de hacer campañas de reciclaje o poner cartelitos sobre la importancia de no ensuciar la playa. Sí, es eso. Y mucho más. Muchísimo más.
Una política ambiental tiene que ver con lo social, económico, cultural, político y claro, medioambiental de un territorio. Engloba desde cuestiones de salud hasta de educación pasando por tener como objetivo final cuidar nuestros recursos para poder desarrollarnos como seres humanos plenos de una forma sostenible y preservarlos para las generaciones futuras. Implica tomas de decisiones y acciones que los gobiernos toman para alcanzar este objetivo.
Veamos un ejemplo simple:
En lo socio-económico, nuestro partido depende exclusivamente del turismo. Es lo que en algunos textos académicos llaman de monocultivo de la actividad turística, es decir, no existe ninguna otra fuente de ingreso que no sea estacional y única como lo es el turismo playero que recibimos cada verano o en feriados prolongados. Esto tiene como consecuencia que durante la mayor parte del año tengamos un estancamiento económico importante y si entramos en período de crisis, es aún peor porque como podemos ver en estos últimos tiempo, lo ganado en temporada no alcanza para pasar el invierno. Aumenta el desempleo, baja la calidad de vida, se precariza la salud. En lo cultural, al tener mayor cantidad de gente que ve al partido como un lugar para explotar y pocas veces para residir, no se crea una verdadera identidad costera. Y aquellos que nacen aquí, deben irse luego del secundario para encontrar mejores oportunidades tanto de estudio como de trabajo. Si bien lo primero ha mejorado en lo últimos años, muchas carreras necesarias para nuestra región no existen. Y una vez formados, muchos deben salir para encontrar trabajo. Los datos demográficos muestran un declive en la franja etaria de 20 a 34 años aproximadamente, probando que la población joven se ve expulsada de su lugar de origen en busca de mejores condiciones de vida. Sin una identidad costera real, ¿cómo se cuida un lugar que no se siente propio? En lo político y ambiental no hay mucho que decir que no se sepa: si no hay reglas claras de lo que se puede o no se puede hacer y si las reglas que existen no se cumplen, estamos frente a un caos ambiental que nos lleva nuevamente a lo social y económico.
¿Cómo se mejora esto?
Siguiendo el ejemplo, en lo político y económico. A través de políticas ambientales se pueden generar innúmeras formas de trabajo permanentes. Cooperativas de reciclaje, cooperativas para producir productos sostenibles usados regularmente como vasos y pajitas de papel, incentivos a negocios que busquen ser cada vez más ecológicos como aquellos que junten su aceite para producir jabones (que alguna cooperativa o emprendimiento puede realizar y con incentivos del gobierno, ¡aun más!) y generar propuestas de turismo ambiental entre otras. Con trabajo estable, una familia tiene ingresos fijos y tiene cómo planificar su vida. Y que sea digna. Comida de calidad, buena salud, un techo sobre sus cabezas. Con trabajo digno, uno empieza a sentirse local de verdad. Uno empieza a comprender que debe cuidar su lugar para continuar teniendo una vida digna. Uno empieza a generar una identidad cultural que te hace parte de una comunidad y dejás de ver tu propio ombligo, que por necesidad, necesitabas mirarlo seguido. Con educación acorde al lugar donde vivimos, formamos profesionales que no deben irse y pueden quedarse para mejorar nuestro lugar: carreras relacionadas con el medioambiente, con la pesca, con el turismo sostenible, con la producción de items sostenibles, con la reutilización de materiales reciclados. Y a mayor educación, mayor claridad sobre cuestiones políticas y ambientales. Mayor claridad para reclamar por nuestros derechos y también, entender cuáles son nuestras obligaciones.
Pirámide poblacional según el INDEC luego del censo de 2010.
Ahora, hacer nada también es una política ambiental. No tener una dice mucho del gobierno de turno y es algo a lo que todos deberíamos prestar atención. Porque como vimos, es más que pedirte que juntes tu basura. Una política ambiental busca cuidar del medioambiente y en ese medioambiente, está el hombre como parte integrante del mismo.
Entonces, en estas elecciones, dejemos de pensar en la política como un partido de Boca- River. Acabemos con la dicotomía de siempre que venimos arrastrando desde unitarios y federales, peronistas y anti-peronistas, Ks o Ms. Tengamos una visión más amplia.