En los últimos años presenciamos diferentes movimientos que buscaban una vida más acorde a las necesidades ambientales de nuestros tiempos, movimientos que buscan reducir el impacto que tenemos sobre nuestro entorno y nuestro futuro. Entre estos movimientos encontramos el llamado “Zero waste” o “basura cero”.
Como se pueden imaginar, su premisa es la de evitar al máximo la basura que producimos a partir de cambiar nuestros hábitos de consumo y formas de relacionarnos con lo que usamos. Su creadora es la francesa Bea Johnson que sorprendió al mundo mostrando cómo ella y su familia entera había producido un frasquito de basura en todo un año. Para llevar adelante este cambio, el movimiento propone que instauremos en nuestras vidas diarias no solo 3 Rs que se refieren a reducir, reusar y reciclar sino también rechazar y una quinta que en sería reprocesar. Proponen también volver a los manteles de tela, a las servilletas de la abuela y a utilizar productos de higiene que no impacten negativamente el ambiente como shampoos sólidos o cepillos de dientes de bambú.
El movimiento tiene muchísimos seguidores, la mayoría en los países desarrollados, y una estética envidiable. Todas las personas que se transforman en seguidoras del estilo zero waste y publican sus fotos en redes sociales, muestran bellísimas casas blancas con muebles de madera y frascos de vidrios para todo. Realmente no parece tener absolutamente nada para criticar: además del necesario cambio en nuestra forma de consumir, nos devuelve un hogar más tranquilo y calmo, sin cosas que no necesitamos y que terminarán en la basura. Es todo ganancia.
Analicemos
Pero hay un problema en estos movimientos: falta ciencia por detrás de estas decisiones. Vamos a ver solo dos cambios que proponen sus seguidores y cuáles son las consecuencias reales.
Uno de los principales cambios es el de usar tejido por papel, cambiando tus servilletas de papel por las de tela y así evitar el desperdicio, pudiendo volver a reutilizarlas. Para mí, que soy mamá de mellizos, la principal recomendación es la de cambiar pañales descapotables por los de tela. Y así con todo lo que podemos cambiar de papel para tejido. En un país desarrollado o que no tiene problemas de agua potable (todavía) parece un cambio fantástico. Tu tacho está vacío y sos el campeón del movimiento basura cero. Sin embargo, esto no es así. Los estudios muestran que el consumo de agua final de tantas lavadas que haces para reutilizar tus productos de tela, tienen mayor impacto que si usaras de papel o pañales descartables. Cuando planteé esto en un foro, la respuesta fue que yo no estaba considerando el consumo de agua para la producción de estos productos y el impacto del descarte. Después de explicar que estos estudios toman en cuenta todo el ciclo de los productos (desde que se extrae la materia prima hasta que se descarta el producto), mi planteo simplemente fue ignorado. Otros estudios muestran que la mejor opción entre servilletas de tela o papel es la de elegir servilletas de papel reciclado y en su defecto, si no encontramos, de papel nomás. Pero no hacen falta muchos estudios para ver algo lógico: inclusive si ponemos para lavar nuestros pañales y servilletas en el lavarropas con otras piezas, sabemos que estamos usando agua potable.
Profundicemos
En un mundo donde el agua dulce es un recurso que sabemos es escaso, ¿cuán viable es un movimiento de este tipo? Pensemos en nuestro Partido de la Costa que cuenta con un acuífero y que estudios geológicos muestran que cuando lleguemos a 100000 residentes (tenemos cerca de 80000) la intrusión salina será una realidad para todos y no solo para algunos sectores del municipio, ¿cómo podríamos seguir un movimiento que nos pide que usemos un recurso tan valioso como si nada? Es el famosos “ojos que no ven, corazón que no siente”. Hace poco leía un texto que decía algo así: “para quien normalmente recibe agua potable en su canilla, es claro que lavar todos los días las servilletas de tela es una opción. Para quien vive en zona de sequías constantes y ve su único río secarse o contaminarse, esa jamás es una opción”.
¿Son validos entonces estos movimientos? Sí, y mucho. Le ha enseñado y mostrado a muchas personas que debemos cambiar nuestro consumo, sobre todo a gente de países que son los mayores productores de desechos. Es muy válido. Pero también tenemos que tener cuidado con enamorarnos de espejitos de colores.
La respuesta a cómo cambiar nuestra realidad es más complicada que simplemente pasar de papel a tela porque está intrínsecamente conectada con la forma de producción y consumo. De movimientos como “basura cero” podemos rescatar muchas cosas como las 5 Rs y la idea de modificar nuestro estilo de vida consumista.