En estos últimos tiempos fuimos testigos de diferentes conflictos sociales a lo largo de Latinoamérica. Desde Argentina a Venezuela, de Chile a Bolivia, de Brasil a Nicaragua, parece que las cosas explotaron y no hay vuelta atrás. Y en todos estos conflictos, ¿dónde queda el medioambiente?
Cuando las crisis llegan a los bolsillos de la población, cuando las cuentas arriban y no se pueden pagar, cuando la heladera no tiene nada o tiene mucho menos que antes, todos entramos en modo de desesperación. Lo inmediato, el dinero, la posibilidad de acceder a lo que accedíamos antes, se hace esencial. El techo, la comida, la vestimenta, la salud son temas que claramente se transforman en prioridades. Ya comprar orgánico no es una opción si alguna vez lo fue, hacer más leches vegetales con castañas o almendras es prohibitivo y optar por cepillos de dientes de bambú es impensable. Lo ecológico queda supeditado a lo económico. Como siempre.
Alternativas
Si bien es absolutamente comprensible que esto suceda, también es absolutamente necesario que nos tomemos unos momentos para analizar qué podemos hacer a pesar de todo esto.
Los conflictos que vivimos son una consecuencia del modelo de producción y consumo que se ha instaurado como el más viable. Porque es el único que ha demostrado que sirve, dicen los que ganan fortunas con él y que convencen a los que no lo hacen de que esto es así. Sin embargo, sabemos que esto no es así. Sabemos que hay otra forma de hacer, de consumir. Hay otra economía posible.
Durante las crisis es que surgen las otras maneras de producir, las otras maneras de consumir. En Paraguay, las campesinas se unieron contra el avance de la soja y la ganadería porque no quieren abandonar sus tierras. Se organizaron, se fortalecieron y están en lucha. En palabras de Florencia Tuchin de Redaccionar:
Las crisis traen oportunidades. Si apagamos por un segundo el botón que dice “modo desesperación”, podemos encontrar al lado a un vecino que está como nosotros. Y al lado de este, otro. Y de a poco, no van a ser solo tres, van a ser muchos. Muchos que ya saben que ésta no es la forma de continuar subsistiendo. Porque nadie quiere subsistir, todos queremos vivir.
Entonces, y a pesar de lo difícil que es estar en medio de una crisis, de no tener cómo pagar las cuentas, vale la pena mirar al otro y extenderse la mano. Buscar otras maneras de producir y consumir. De ver al medioambiente. De entender que sin él, las crisis se tornarán cada vez más profundas y las consecuencias serán peores. Porque las crisis sociales son siempre económicas.