En las últimas semanas hemos visto con una mezcla de sorpresa y pavor cómo el mundo entró en un momento histórico en cuestión de días. Lo que parecía algo lejano, algo de países del otro lado del mundo, se transformó en una realidad para todos. Y en el medio de esto, aparecieron fotos mostrando cómo las ciudades con las mayores crisis estaban mucho más limpias de contaminación. Ciudades como Beijing o Milán se veían limpias; fotos del antes y después hacía que las personas dijeran “¿Ven? Esto es lo que pasa cuando dejamos de contaminar”.
Pero eso está bien, ¿no?
No. Y sí. No está bien que festejemos que las ciudades pararon sus economías, no importa a raíz de qué (y mucho menos sabiendo que es por un virus tan peligroso como este). Parar las economías no es la solución para salvar al planeta. En una nota muy interesante del MIT Technology Review hacen un interesante análisis de cómo el Coronavirus es pésimo para lo que tiene que ver con el cambio climático.
En plena pandemia, China es una de las mayores productoras de paneles solares y disminuyó su producción. Menos chances de poder implementar más medidas para la energía renovable. Si los mercados caen, las empresas tienen mayores dificultades de apostar a políticas verdes, que en general, resultan más caras en términos económicos. La caída del precio del petróleo como sucedió a raíz de la guerra entre Rusia y Arabia Saudita hace que los autos a gasolina sean más baratos que los eléctricos, algo que está ganando terreno en muchos países. Con las preocupaciones relacionadas a la salud y al bienestar general, todos los recursos o la mayoría, serán destinados a estos temas, dejando de lado las cuestiones ambientales que estaban comenzando a ser un tema importante en las políticas estatales del mundo entero.
Por otro lado, estas imágenes muestran la necesidad de repensar nuestra economía basada en combustibles fósiles y la urgencia de parar con las emisiones de gases de efecto invernadero. También, y a partir de las cuarentenas impuestas en muchos lugares, repensar nuestros hábitos de consumo.
Muchas veces en las columnas usamos la palabra empatía para referirnos al ambiente y a nuestra comunidad. Hoy, más que nunca, esa palabra debe ser una realidad.