En estos tiempo de pandemia, es interesante ver cómo muchos de nuestros hábitos están cambiando. Por la fuerza, sí, pero cambiando. Tenemos que planificar, pensar y poner manos a la obra cuando queremos que algo suceda. Un ejemplo muy simple es cómo resolver una situación de niños aburridos sin poder salir: de repente, las revistas que sobraban por ahí se transforman en material de recortes, en aviones, en barquitos, en un mar de letras para buscar. Las cajas y cajitas de lo que sea se convierten en rompecabezas. Las botellas de plástico en botes que transportan tapitas. Los rollos de papel higiénico, ese que muchos salieron a comprar en desesperación, se transforman en binoculares. De repente, un montón de basura que jamás reciclaste es tu mejor amiga.
También, de repente, te viste buscando recetas en Youtube de cómo cocinar algo rico con tres ingredientes. Y aprendiste en el medio de todo esto a no comprar de más ni a desperdiciar lo que tenés. Porque para salir a comprar algo diferente, te faltan unos tres días porque es el viernes que salís a comprar. O el sábado, no importa. La cuestión es que lo que dabas por sentado antes, el salir a cualquier hora a cualquier lugar a saciar algún impulso de comprar por comprar, ya no existe.
No existe el shopping para distraerte. No existe la compra impulsiva por Internet porque no sabemos cómo vendrá la próxima semana y hay que cuidar el pesito que nos queda. Y si no es tu caso, de todas formas las compras impulsivas no tienen mucho sentido: al final, ¿en qué encuentro vas a lucir esa nueva remera marca cocodrilo que te compraste por un precio súper alto?
De repente, tenemos tiempo. Puede que no sea de la forma que queríamos. Pero ahora nos encontramos con nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos. Ahora nos tenemos que quedar en casa. Quedarse con quienes somos, con quienes construimos a lo largo de los años. Con esos hábitos que ahora no tienen mucho sentido.
Ayer escuchaba un podcast que recomiendo enormemente, Breve Podcast de la Pandemia, realizado por un sitio que también recomiendo enormemente, El Gato y la Caja. En él, además de explicar día a día un poco sobre lo que escuchamos, contaban la historia de la masa madre. En países como Italia, la levadura fue uno de los primeros productos junto a…¡sorpresa!, los fideos, en desaparecer y muchos italianos se vieron en la necesidad de recurrir a una antiquísima receta conocida como masa madre que es básicamente, hacerte tu propia levadura. Argentina no estuvo exenta de esto y las góndolas de los supermercados acusaron la falta de este producto. Y así, miles de personas buscaron en Youtube cómo hacer masa madre. Lleva tiempo, hay que ponerle ganas y a veces no sale. Pero es en la práctica que se aprende. Y hoy, disfruto de mi primer pan hecho con masa madre. Como el biólogo Juan Carballeda, quien hace junto a otros, el podcast mencionado.
¿A qué quiero llegar con todo esto?
A que sería buenísimo que, cuando todo esto pase, retomemos esta sana costumbre de pensar qué hacemos, cómo lo hacemos, cuándo lo hacemos y cuán bueno es para nosotros y para nuestro ambiente. Tomarnos el tiempo de aprender a consumir lo necesario, de mejorar nuestra relación con los que nos rodea y lo que nos rodea. ¿Comprar un paquete de levadura, cuyo embalaje voy a tirar? Por favor, ahora sé hacer masa madre.