Hace unos días, en plena pandemia, me hicieron escuchar una canción de Raul Seixas, una especie de Charlie García brasileño. La canción se llama “El Día que la Tierra paró” y dice así:
Fue así: ese día las personas de todo el mundo
Resolvieron que nadie saldría de casa.
Como si todos se hubieran puesto de acuerdo en todo el planeta
En ese día nadie salió de casa. Nadie.
Raúl Seixas “O dia que a terra parou”
Y continúa relatando cómo el mundo simplemente paró. No habla de beneficios ni de consecuencias contrarias. Va describiendo simplemente cómo la Tierra paró. Un poco como lo que estamos viviendo ahora. De repente, y digamos para poder hacer esta columna que sin aviso, todos tuvimos que quedarnos en casa. Nuestra vida cambió de golpe y nada pudimos hacer más que esperar.
¿Qué sucede por estos lares?
Y mientras tanto, en la Costa, las corvinas se aproximan a las orillas, los lobos marinos pasean por Mar del Plata y todos vemos más lindas las estrellas porque hay menos contaminación. Entonces se escuchan voces diciendo que esto es lo mejor que le pasó al planeta. Que el COVID-19 es el virus de la Tierra para matar al peor virus, nosotros. Y esas frases de efecto que lo único que demuestran es un profundo desconocimiento de la realidad: sí, el planeta ha sufrido y mucho a manos de los seres humanos. Pero aquí estamos y no nos vamos a ir porque como el planeta, también somos resilientes. Y porque también hay mucha gente dispuesta a vivir de forma diferente, de forma más amigable con el ambiente. De forma sostenible.

Hoy es el Día de la Tierra y lo celebramos de una forma muy diferente a otros días. Es el primer Día de la Tierra en 50 años que nos encuentra realmente replanteándonos cómo queremos seguir viviendo en este planeta. 50 años de celebrar a nuestra casa y por primera vez ya no es vista como algo que hay que usar y usar sin reparar sin aprender a cuidarla mientras se aprovecha el techito que nos brinda para poder seguir viviendo. Porque en este Día de la Tierra, como dice Raúl Seixas, la Tierra paró. O por lo menos, una parte importante de ella. Y vimos que ella puede seguir sin nosotros. Pero yo quiero seguir acá. Quiero que mis hijos puedan disfrutar de las playas de Mar del Tuyú de la misma forma que las disfrutaba treinta y pico de años atrás cuando yo tenía la edad de ellos. Quiero que aprendan a convivir con el ambiente no como algo a ser gastado sino como parte de ellos. Y para eso la Tierra tiene que volver a tenernos. A funcionar con los seres humanos. Pero de forma diferente. Porque no sirve abrazar el discurso de que somos lo peor que le pasó al planeta y que no deberíamos salir de casa más. Utilizando las palabras del ficticio empleado de la ONU Gerry Lane interpretado por Brad Pitt en “La Guerra Mundial Z”, en pleno colapso mundial le dice a otra persona para moverse y en un español bastante decente concluye: “Movimiento es vida”.
Movimiento es vida. Estamos acá y la Tierra no va a quedarse parada. Vamos a volver a salir de nuestras casas. Vamos a retomar nuestras actividades. La pregunta no es cuándo. La verdadera pregunta es cómo.