El 22 de mayo fue el Día de la Biodiversidad. Parece que la recurrencia es algo común en esta columna ya que a cada dos por tres menciono esta palabrita y vuelvo a dar una definición de qué significa y su importancia. Pero nunca está de más recordarlo: la biodiversidad es la variedad de formas de vida en nuestro planeta. Cada región tiene una biodiversidad distinta, una biodiversidad que se ha ido diversificando de acuerdo a los climas, los terrenos, la dinámica que se establece tanto entre los seres vivos y los no vivos del lugar, etc. Y es esa dinámica, que es variable y va cambiando con el tiempo, que sostiene ecosistemas como el nuestro.
Son esos médanos que tanto se empeñan algunos en depredar que nos protegen de las tormentas y evitan la erosión de nuestras playas, son esos juncos que crecen en Punta Rasa o las cortaderas que vemos cada vez menos en nuestro municipio los que conforman esa biodiversidad. Somos nosotros que vivimos aquí parte de ella, parte de esa dinámica que se establece entre todos los que habitamos una región.
¿Qué pasa cuando no le prestamos atención a esta biodiversidad?
Como ya explicamos en otras columnas, la perdemos. Si la perdemos, nos volvemos más vulnerables a, por ejemplo y hablando de nuestro municipio, eventos climáticos como las sudestadas. Las sudestadas provocan pérdidas económicas (entre otras, pero siempre hay que hablar de la plata para que entre la cabecita de muchos que depredar el ambiente es depredar los bolsillos también). Esas pérdidas económicas a veces pueden recuperarse, a veces no. Si llegamos al punto en el que no se puedan recuperar por, digamos, erosión playera que hace que las olas te lleguen a la puerta de tu casa, tenemos una problemática social que excede a la cuestión económica: tenemos una población que pierde su principal ingreso que es el turismo y perdemos gente que tendrá que dejar su lugar para buscar nuevos rumbos.

Claro que esto es una simplificación aterradora de lo que podría pasar. Pero no estamos tan lejos tampoco; las playas de Las Toninas y Mar del Tuyú nos lo recuerdan a cada lluvia fuerte.
¿Qué queremos ser en el futuro? ¿Un recuerdo de lo que fuimos? ¿O un ejemplo de lo que todos pueden ser?
Somos lo que cuidamos. Si cuidamos nuestra biodiversidad, si nos entendemos como parte de este ecosistema y no solo como quienes lo usamos para beneficio propio sin dar nada a cambio, tenemos una chance. A cada construcción sin una verificación del impacto ambiental que produce, a cada balneario que se le ocurre destruir un médano como en Costa del Este o Nueva Atlantis recientemente para “despejar la vista”, a cada retirada de arena, a cada microbasural, a cada día que no se realiza una gestión de residuos coherente al cuidado de nuestro ambiente, a cada falta de política ambiental, nos acercamos un poco más a ser un recuerdo de lo que fuimos.