Porque ante cada piquete, corte de calle, manifestación popular, lo que destaca es el caos en el tránsito. Porque a la palabra resultado la reemplaza por saldo; a los desposeídos, los llama malvivientes; a los trabajadores en lucha, delincuentes; a los desempleados, sospechosos; a los salarios en negro, sumas no remunerativas; a los aumentos de precios los llama alza; a los despidos de empleados, crisis empresarial; a las inundaciones, anegamientos, y al dólar, moneda extranjera.
Porque se empeña en destacar que las elecciones se ganan por la voluntad popular.
Porque la inseguridad sólo la padecen la farándula, la clase media y los oligarcas, en tanto que en los barrios carecientes viven los delincuentes.
Porque los cacerolazos son manifestaciones espontáneas y pacíficas, en tanto que las movilizaciones populares están repletas de rostros tapados, palos y bombas molotov.
Porque los paros en reclamo de mejoras son siempre equivocados en la forma; los colectivos son transporte urbanos de pasajeros; los trenes, convoyes; las lluvias, precipitaciones; la noche, nocturnidad; el arte, ruidos molestos, y la indiferencia, ninguneo.
Porque un chabacano contador de chistes de mal gusto es un artista; los concejos deliberantes, honorables concejos deliberantes, y los barrabravas, hinchas más caracterizados.
Porque la pena de muerte siempre se pide para los mismos, mientras se clama por los indultos a los genocidas en pos de la pacificación.
Porque en ella conviven los Hadad, Baby Echecopar, González Oro, Feinman, Laje, Llamas de Madariaga, Magdalena Ruiz Guiñazú, Tete Coustarot, Fernando Bravo, Niembro, Macaya Márquez y sus émulos locales que cuecen sus pautas publicitarias, sus intereses encubiertos, sus mensajes de amor y paz con la sociedad civil tan amenazada por el proletariado anarquista, mientras se jactan de la libertad de expresión, siempre y cuando no se agredan investiduras, no se insulte al jerarca, no se manche la pelota ni se sobrepasen los límites de lo que ellos mismos miden como permitido.
Porque las palabras bellas, ésas que se nos dan para nada, inmersas en la gratuidad, carecen de noticias diarias, es verdad, pero sin ellas vivimos miserablemente declaro que en el Siglo XIX, Oscar Wilde decía que los periodistas necesitaban cubrirse la cara con una máscara para decir alguna verdad; que entrado el Siglo XX, nos acostumbramos a que el periodismo fuese un mero negocio de la curiosidad y que hoy, transitando el tercer milenio, el periodismo fue arrojado por sus entusiastas manipuladores a la más acabada forma de la mediocridad.