Desde hace unos días venimos escuchando mucho sobre las granjas porcinas que se quieren instalar en Argentina para exportar a China. El debate no solo trae a colación el uso de la tierra (porque en definitiva, no es solo criar chanchos: es destinar un lugar para eso y es destinar otro tanto de tierra para su alimentación entre otras cosas en detrimento de la diversidad) pero también toda esta situación, nos hace pensar qué tipo de país queremos ser a escala local y global.
Pero también trae un debate sobre cómo nos alimentamos. Qué comemos, cómo comemos, cuánto comemos. Es un debate que nos lleva a pasiones extremas pero que muchas veces no son debates sino opiniones y creencias. Porque en definitiva, opinión no es argumento. Y que vos creas que comer carne todos los días en cantidades industriales o que ser exclusivamente vegano es lo mejor para tu salud y la de los otros, no lo hace un hecho.
¿Cómo comemos en Argentina?
Según un informe de EAT, una organización sin fines de lucro con sede en Oslo, nuestro país tiene una dieta muy poco sostenible. Resume la periodista ambiental Tais Gadea Lara:
“Si consideramos las emisiones de GEIs per cápita del consumo actual de alimentos, Argentina se ubica en el segundo lugar entre los países del G20, después de Australia y un eslabón antes que Brasil. De hecho, si todos los países adoptaran los patrones de consumo actuales de Argentina para 2050, se necesitarían 7,42 planetas Tierra para soportarlo“
Newsletter “Planeta” de Redacción.
¿Y cómo podemos transformar esta realidad?
Informándonos. Hoy en día tenemos el poder del conocimiento con un click. De escribir algo en Google y que aparezca mágicamente lo que necesitamos. Y ahí está la cuestión: muchas decisiones de vida se están tomando con Google. “Soy vegano porque la industria agropecuaria es responsable de X cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero por año”. Pero no te informaste de la huella ecológica que deja tu leche de castaña de cajú ni del aceite de coco que usás para cocinar. O el tofu para esa mayonesa sin huevos. “A mí déjame con la carne. Yo como carne todos los días y no pasa nada”. Pero no te informás que realmente la industria agropecuaria tiene efectos muy nocivos sobre el ambiente por ser realizada de una forma insostenible para que vos puedas comer todos los días mucha más carne de la que deberías.
Entonces, ¿qué hacemos?
Primero, entender que siempre es cuestión de equilibrio. Esta misma organización recomienda un plato de 50% vegetales y frutas; y otro 50% de granos integrales, proteínas vegetales y aceites vegetales insaturados, y una cantidad modesta de carnes y lácteos, y azúcares agregados y vegetales almidonados o las llamadas verduras harinosas (la papa por ejemplo). Digamos que no comés carne ni derivados de animales por cuestiones éticas. Digamos que no querés saber nada con vegetales. Entonces sabé que tus elecciones también tienen consecuencias. Porque si podés elegir, podés transformar las cosas.
En un mundo donde casi 800 millones de personas viven en extrema pobreza y no tienen poder de elección, muchos de nosotros todavía podemos ejercer nuestro derecho a elegir. Podemos seguir creyendo o podemos informarnos. Podemos justificar nuestras creencias con algún informe científico e interpretarlo a nuestra conveniencia o podemos escuchar realmente a los expertos.
No se trata de demonizar a quien come carne o a quien no la come sino de que cada uno entienda cuál es su papel en el sistema alimentario global y que nuestras elecciones siempre tienen consecuencias. Mayores o menores, pero las tienen.