El 29 de agosto fue el Día Nacional del Árbol y vimos muchas personas hablando sobre plantar árboles para salvar al planeta. También muchas marcas promocionando el “por cada compra, un árbol plantado”. Y claro, ¿quién puede estar mínimamente en contra de este tipo de campañas cuando tenemos diariamente noticias de deforestación masiva en el Chaco, en el Amazonas, en la India? Bah, en todos lados. Hasta en Capital Federal se escuchan constantes voces sobre la quita de árboles y espacios verdes a favor de proyectos inmobiliarios o urbanizaciones innecesarias.
Entonces ¿por qué traigo a colación esto si está todo bien con esas campañas y esos pedidos?
Porque no está todo bien con esas campañas y esos pedidos. Hablemos un poco de reforestación entonces. Y específicamente de reforestación en nuestro partido.
Quienes hemos visto desaparecer un bosquecito de eucalipto hermoso en Mar del Tuyú a favor de un emprendimiento inmobiliario, sabemos la falta que nos hace esa sombrita y ese frescor que nos daba cuando las altas temperaturas llegaban. Quienes van a la playa y no encuentran ni un médanos con tamariscos que los protejan de los vientos fuertes de nuestra región también perciben esa falta. Lo lógico es entonces plantemos más, ¿no?
No. Es plantemos bien. Reforestar por reforestar sin tener en cuenta qué plantamos, dónde y por qué además de las consecuencias buenas o malas) que puede tener esa intervención es contraproducente. Veamos el ejemplo que da Federico Isla, doctor en Ciencias Naturales e investigador del CONICET además de ser un gran conocedor de nuestra región.
Cuando preguntado sobre la fijación de médanos através de la forestación, comenta que es una posibilidad para realizar esa acción. Pero al mismo tiempo, dice que puede causar un desequilibrio sedimentario en zona de playas. Explica que en Miramar los médanos crecieron en altura a través del tiempo en la zona forestada del Vivero Florentino Ameghino cuyo objetivo era retenerla pero al mismo tiempo esto eliminó el aporte de esa arena hacia otras playas. O sea, conservamos arena por aquí, pero falta arena por allá porque armamos un lío bárbaro. Eso sin contar que además cuando forestamos excesivamente, no vemos otras consecuencias como el consumo que esos árboles tienen de agua dulce subterránea y que pueden condicionar la cantidad de agua disponible tanto para la población como para las propia flora que plantamos creyendo ayudar.
Con este ejemplo se quiere decir que “plantá un árbol” no es plantar cualquier árbol. No es hacerlo de manera indiscriminada. No es para sentirse bien porque hicimos algo por el planeta. Es una acción que debe ser pensada sobre todo cuando es a gran escala, por personas idóneas que sepan qué hacen, para qué lo hacen y cómo se hace. Respetar y cuidar el ambiente también implica conocerlo y aprender del entorno que nos rodea.
Proteger nuestro espacio costero no depende de cuántos árboles plantemos. Sino que lo hagamos con conocimiento.
*La imagen principal de esta columna pertenece a Hernán Tolosa y puede encontrarse en su blog.