Si viste las noticias las últimas noticias, viste arder al país. Viste a las personas reclamar por una ley de humedales. Viste a Córdoba y Rosario en llamas. Viste también las imágenes apocalípticas de California y el cielo naranja al mejor estilo Terminator 2. Viste lo que nos espera.
Lo que parecía un moda, eso de salir gritando “cuidemos al planeta”, “reveamos nuestras formas de consumo”, etc, hoy ya es una necesidad. Aquellos “locos de los 70” que empezaron a movilizarse para concientizar a la gente de la urgencia de pensar al planeta no como algo a ser usado y descartado sino como nuestro hogar, hoy son los que nos dieron la pauta para intentar salvar lo que nos queda.
La columna de hoy no pretende explicar qué es el cambio climático. La columna de hoy es para hablar de lo inevitable: ya es tarde.

Lo que vivimos es consecuencia de no haber escuchado, de no haber actuado cuando podíamos. De haber negado la realidad, de no haber oído a quienes sabían. De haber cuestionado sin argumentos y sí con opiniones porque era más cómodo que aceptar lo que estaba pasando. Porque gente, opiniones no son argumentos. Y que algunos científicos hayan negado el cambio climático y lo continúen haciendo no significa que representen a la ciencia real, a la que trabaja en equipo, la que constantemente está siendo cuestionada por otros científicos y si no se llega a un acuerdo, se vuelve sobre los propios pasos. Porque la ciencia no es religión y acepta ser cuestionada. A diferencia de los negacionistas que se aferran a una idea y buscan de cualquier forma justificarla, la ciencia avanza, aprende y desaprende.
Algo que me desconcierta enormemente es que a pesar de lo obvio, se continúa negando el cambio climático. El mundo está en llamas, el sistema de producción en el cual estamos inmersos nos está mostrando año tras año que no da para más y seguimos insistiendo en continuar por el mismo camino porque “no está tan mal la cosa”.
Hoy ya no estamos en el camino de salvarnos de las consecuencias de los desastres que hicimos en el pasado sino de intentar disminuirlos y parar de continuar haciéndolos. El mundo que les dejamos a nuestros hijos es consecuencia de los últimos 50 años y no tenemos cómo revertir esas consecuencias. Solo intentar hacer las cosas menor malas para ellos y no seguir empeorándolas.
Entonces, informémonos de verdad. Escuchemos a quienes trabajan en el área junto a la comunidad científica. No a un científico. A los científicos en plural. Porque a la desinformación se le gana no replicándola. Y aprendiendo con quienes saben de verdad.