Con goles de Matías Rodríguez, Ricardo Blanco y Luciano Giménez, de penal, (los dos últimos en la segunda parte), Chacarita venció categóricamente a Atlético Rafaela, por 3 a 0. Con actuaciones relevantes de algunos jugadores, el equipo de Aníbal Biggeri retornó al triunfo ante su gente, luego de dos empates y una derrota.
Por Gustavo Calle
Verdad de perogrullo, pero irrefutable verdad al fin, que en fútbol existen tres resultados posibles: victoria, empate o derrota. Los análisis de los partidos, entonces, no deberían requerir desmedidos exitismos o consideraciones, no menos desmesuradas que las anteriores, de tono catastrófico. El eje temático es primero desdramatizar el juego (y no el melodramatismo que posee, sobre todo en hinchas como el de Chaca) y más luego rescatar y resaltar la idea, la propuesta, y no las meras contingencias fácticas. Pues si fuese así, cuántas veces asistimos a encuentros en que un equipo es dominado, pero finalmente genera más situaciones de gol contragolpeando –y hasta muchas veces los logra y resulta triunfante – que aquel que tomó el mando y marcó el rumbo de los 90 minutos.
Chacarita ganó con sus armas predilectas: el respeto por el fútbol juego -así siempre no se logre el objetivo buscado-, el sufrimiento en muchos pasajes y la asunción de riesgos permanentes. Esto lo convierte en un equipo que no renuncia a su idea, pero que a la vez padece por lo antedicho. Y en la noche del viernes, el postulado no fue la excepción. Con aciertos y endebleces; con algo de desorden, pero con convencimiento en la propuesta futbolística que le imprimió Aníbal Biggeri. Presuponer que bajo estos preceptos el equipo debería devastar a sus rivales sería, más que utópico, quimérico. Ni los mejores conjuntos del mundo, conformados con un presupuesto económico y teniendo una institución y/o gerenciamiento afiatado inmensamente superior al de Chaca, lo logran. Primero, porque no siempre las cosas salen como uno quisiera; segundo, porque los rivales también juegan, y tercero, bien vale apelar a uno de los maestros del periodismo dedicados al deporte Dante Panzeri: “El futbol es la dinámica de lo impensado”. Es decir, el fútbol, como casi todo juego, tiene imponderables, azar y algo a lo que podríamos denominar injusticias.
En el marco de lo antedicho, Chaca no jugó un primer tiempo descollante, pero sí, con sus argumentos, dominó a su rival, que casi no atinó -o no pudo por el control territorial desplegado por los de Biggeri- a cruzar la mitad de cancha en búsqueda del arco de Correa. El gol de Coquito Rodríguez –golazo por dominio de pelota y definición ante la salida del arquero visitante- arribó luego de una formidable asistencia de un jugador muy resistido por muchos debido al lugar que ocupa en la cancha y su hipotética falta de gol (lleva ya cuatro convertidos): Luciano Giménez.
También es válido destacar que en esa asunción de riesgos, Chaca la pasó mal en algunos momentos del segundo tiempo. Fue allí donde emergió, en un par de oportunidades, la figura de Correa, para ahogar el grito rafaelino tras un tiro libre, primero, y en un mano a mano, después. Con sus goles, Blanco y Giménez -este último de penal, tras una buena incursión ofensiva del ingresado Gómez, quien fue víctima de falta dentro del área- se encargaron de llevar tranquilidad, sellando un 3 a 0 que hasta 15 minutos para el final parecía una diferencia impensada
Un triunfo que toma notoriedad por cómo se lo consiguió: intentando ser protagonista, con las fortalezas y debilidades de un equipo que sabe a qué juega y que se siente cómodo con la idea propugnada por el entrenador. En Chaca se goza y se sufre. Así manda la historia y este ahora que nos encuentra, después de mucho tiempo, encaramados en los primeros puestos y siendo uno de los pocos equipos de todo el fútbol argentino que de la asunción de riesgos que implica el futbol juego hace su marca registrada.
Las claves del partido
*Coquito es Chacarita. Para qué sumirse en absurdos devaneos retóricos, si el hincha del Funebrero entenderá a la perfección lo que hoy significa, por técnica, despliegue y sentimiento, quien abrió el marcador en la noche de San Martín. Sin dudas, Rodríguez, portando la 7 tricolor, se reencontró con su lugar en el mundo.
*La categoría de Zanini y Blanco. El marcador central es uno de los puntos más regulares y altos del equipo en todo el torneo. Anoche, nuevamente, demostró su seguridad y confianza defensivas. Quizá suene desproporcionado, pero bien podríamos considerarlo, por parentesco y gestos técnicos, como el Fernando Gamboa de esta etapa. En cuanto al 10, lejos de su nivel, pero posicionándose como factor casi decisivo obteniendo un gol (el segundo) en un momento álgido del partido, tras una definición con su sello.
*El criterio de Cuello y el trajinar de Perdomo. El primero, siempre buscando jugar la pelota al pie, con desenfado y habilidad. El jugador más inteligente del equipo. Del capitán sería reiterativo enumerar su determinismo y bregar en cada partido. Hostiga, quita, traslada, pasa al ataque y ordena.
*La llegada del segundo y tercer goles en el momento propicio. Los tantos de Blanco y el penal convertido por Giménez pueden considerarse balsámicos, ya que por momentos el rival creaba situaciones y hasta poco más de los 30 minutos del segundo tiempo la diferencia en el marcador era mínima.
*La gente. Siempre un párrafo aparte. A pesar de la hibridez horaria, el hincha de Chaca se hizo presente en muy buena cantidad, colmando gran parte de las populares y plateas. Hizo prevalecer su aliento, sobre todo en instantes críticos del partido, y recordó con afecto a Guillermo Folgan (histórica voz del estadio), fallecido horas antes del inicio del encuentro.