La familia de Jade, una pequeña de tan sólo 9 años que fue intervenida quirúrgicamente en Mar del Plata de una grave afección cerebral, antes debió sufrir los infortunios y avatares de la salud y la política del gobierno del Partido de la Costa. Una vez más, en el orden local, el sistema sanitario y los desprecios gubernamentales quedaron expuestos.
Por Gustavo Calle (*)
Un nuevo caso que revela la incapacidad y carencia de la salud pública quedó de manifiesto otra vez en el Partido de la Costa. Una pequeña de San Bernardo debió sortear infinidad de irregularidades, desprecios y una alarmante falta de lineamiento sanitario, antes de ser intervenida quirúrgicamente en Mar del Plata de una grave y seria patología cerebral.
En momentos en que la bizantina, mediática, mínima y acrítica discusión impuesta desde las catervas del poder sobre la postura maniqueísta de Salud Pública o Privada, lo cierto es que el sistema sanitario – sea cual fuere la metodología- se halla a la deriva. En un encuadre socio cultural decadente, lo que ocurre en la salud es imposible que difiera en este pauperizado e inmoral estado de cosas reinante.
Teórica e ideariamente podríamos casi sin dificultad suponer las bondades que nos podría otorgar poseer un sistema de salud público, pero en lo fáctico éste no escapa a la corrupción y mediocridad imperantes.
La salud no es tan pública ni gratuita, a la vez que sobre todo ha perdido su razón de ser un derecho inalienable. Hospitales y centros sanitarios en condiciones deplorables en su gran mayoría, con falta de insumos básicos, sin equipamiento de alta, mediana y mínima tecnologías, trabajadores menesterosos desde lo salarial y por sus condiciones de trabajo y una absoluta falta de política que conlleva a adoptar resoluciones intempestivas e improvisadas dependiendo del sobre todo nivel de mediatización de los casos -que se sopesan con los intereses de los gobiernos de turno- redundan en que el debate no debe remitirse a la ligereza de estar en favor o en contra de la salud pública. El eje dialógico debería colocarse en la vara de las condiciones, ideas, proyectos y materialización del sistema sanitario estatal y no en el mero y desatento postulado demagógico y populista de una defensa espuria y pletórica de acriticidad en su favor.
Lo cierto es que en el Partido de la Costa –que no escapa, desde ya, de lo que sucede como paradigma sanitario a nivel nacional- un nuevo caso de desprotección se consumó en detrimento, esta vez, de una niña de tan sólo 9 años de edad. La pequeña, ya intervenida con éxito en Mar del Plata, no sólo padeció las carencias hospitalarias locales, sino que su familia debió soportar los infortunios y desaciertos del poder comunal. Desde la falta de acompañamiento humano y profesional indispensables en estos casos límite, hasta las idas y vueltas que los responsables del Gobierno costero impusieron para acceder al traslado a la ciudad balnearia vecina. Que quedó sorteado a último momento con la mediatización del caso (a través de distintos programas que se emiten en NdR Radio). Viciosa y deleznable posición sistemática del poder institucionalizado en una casa de gobierno (en este caso, la del Partido de la Costa) al que sólo le preocupa no quedar justicieramente difamado por la opinión generalizada de la comunidad.
Si la salud es “la ausencia de toda enfermedad”, según la versión pregonada por los burócratas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ineluctablemente al menos en la Argentina, por verbigracia, la insanía se expande como crueldad (propiedad exclusiva emanada y difundida desde poder verticalista). Como decía el psicólogo social Enrique Pichón Riviere, la verdadera pandemia (que en nuestro país y en particular en nuestro distrito es un mal endémico) es la enfermedad mental, se hace indefectible que para sanar lo primero que hay que hacer es diseccionar, cuanto menos, los lazos psicóticos y psicópatas del poder dominante y ultrajante. Una vez dilucidados éstos con evidencia, erradicarlos para poder, a partir de aquí, sí, proponer con extremos rigores intelectual y de honestidad qué salud queremos y nos merecemos, más allá de burdas calificaciones (entiéndase pública o privada), que ya resultan extemporáneas en el marco de esta “modernidad líquida” (término acuñado por Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco).
(*) Director periodístico de NdR Radio