No lo admiraba. Sí reconozco que cuando se decidía a ejercer el periodismo lo hacía muy bien. Hablo, principalmente, de los albores de Página 12. Una singular, por entonces, manera estilística de presentar la información: títulos creativos; bajadas netamente informativas y cuerpos de texto cronicados. A ello le agregaba convenientemente infografías y recuadros en que promovía detalles secundarios volviéndolos, al menos, de color y significativos.
De su etapa televisiva no opino, pues la TV todo lo deforma, mediocremente lo altera. Y con Jorge Lanata, el medio no hizo concesiones. Y él tampoco las exigió, convirtiéndose en un arlequín más del negocio de la curiosidad y el histrionismo.
De ninguna manera, tal se acostumbra generalmente a magnificar en la muerte, creo que haya habido un antes y un después de Lanata en el periodismo. Y reitero; siempre lo consideré un muy buen profesional de prensa. Pero estoy convencido que la línea divisoria y punto de inflexión en el periodismo fue en los ´60, en concordancia -y no es casualidad- con el boom literario de aquel entonces. A partir de la última dictadura cívico militar, el verdadero periodismo quedó diezmado, obturado, cooptado por lo unidireccional del mensaje, que no sólo fue ideológico desde lo político. Para ello, la funesta etapa de facto se valió no sólo de censuras y persecuciones, sino de desapariciones y asesinatos de aquellos maravillosos hombres de prensa (#Walsh, #Urondo, #Santoro, por caso).
Lanata, en este contexto posgeneración del ´60, se consolidó como una de las muy pocas excepciones, en un marco de degradación sin solución de continuidad de la profesión hasta hoy. Y valga la iteración: ante todo y nada por la creación de Página 12. Luego, le llegó la TV y sus analectas de mediocridad para volverlo uno más de tantos.
Si tuviese que emparentarme con una frase que legó a los periodistas, me consustancio con aquella que expresa que “los periodistas deben ser conocedores de muchos temas, para ejercer y enaltecer la profesión”. Hablaba, claro está, de la importancia de lo inter y multidisciplinario. Condición sine qua non e ineluctable, aunque pase desapercibida y hasta vilipendiada por aquellos que se adueñaron de la comunicación social (imposible denominarlos “periodistas”). En verdad, un periodismo integral que en este enjuto ahora profesional parece más que una utopía, una quimera.