Termina el año y en todos lados vamos a ver un resumen de 2020 y qué aprendimos de este momento tan particular, qué nos deja la pandemia, cómo nos encuentra el fin de año después de tantos meses de encierro y economía colapsada y muchos etcéteras.
La columna de hoy, la última del año, no es un resumen de lo que pasó. No es una lista de lo que aprendimos ni mucho menos un análisis de lo que se hizo mal o bien durante esta pandemia.
La columna de hoy es una advertencia
2020 nos mostró a todos que el vínculo entre seres humanos y naturaleza ha llegado a un punto de inflexión. O elegimos recuperarlo y reinventarlo de una forma sostenible, o el 2020 es el primero de muchos años combatiendo pandemias.
A medida que fuimos tomando el espacio, ocupando territorio de forma desordenada sin tener en cuenta el impacto ambiental de nuestras acciones, también fuimos exponiéndonos más y más a esas consecuencias que parecían afectar a los animales, a las plantas y a poblaciones vulnerables que como no éramos nosotros, no nos importaban. Conforme el sistema productivo continúa explotando hasta la última gota al planeta y el consumo de algunos (nosotros también somos algunos) voraz nos empezó a definir como sociedad, los resultados de ese descontrol comenzaron a sernos visibles.

Temperaturas extremas, desastres naturales, pérdida de la biodiversidad, nada nos convencía de que las cosas estaban mal. Ni la pandemia, porque el negacionismo es grande.
Esto no va a mejorar. Flavia Broffoni,de Rebelión o Extinción Argentina, lo dice claramente en una entrevista: no vamos a cambiar nada si seguimos buscando soluciones en leyes que no se cumplen, en sistemas de producción que ya probamos y no sirvieron, en seguir celebrando pequeñas conquistas que en la práctica no conducen a nada.
Este fin de año nos encuentra en un momento en que debemos tomar la decisión: o luchamos o aceptamos el fin. No hay vuelta de hoja. No hay planeta B. No hay futuro para nuestros hijos. No hay futuro para nadie.
2020 es una pequeña muestra de lo que nos espera si seguimos actuando como si todo fuera una exageración de un par de ambientalistas, de una chica sueca que tiene todo fácil. Como si la pandemia fuera una conspiración china, de Soros, de Bill Gates para vendernos una vacuna. Si seguimos justificando nuestras pequeñeces, egoísmos e ignorancia buscando en Google aquel dato que justifique nuestras creencias, ya perdimos la batalla.
La crisis ambiental no es una creencia. La pandemia no es una creencia. La muerte no es una creencia.
No hay feliz Navidad ni hay próspero Año Nuevo para nosotros. Hoy nos toca decidir si queremos educarnos o si queremos seguir compartiendo estupideces en Facebook. Nos toca decidir si nos informamos por WhatsApp o escuchamos a la ciencia. Nos toca tomar postura: o estás a favor del futuro o estás a favor del fin. No hay grises. No hay tiempo para reformismo. No hay tiempo para negociar. El futuro no se negocia.