“Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”, dijo el filósofo existencialista Jean Paul Sartre, allá, por el Mayo Francés, en una de las frases fundamentales de la historia de la humanidad. A lo que agregó que en algún momento de este condicionamiento tenemos que ser responsables por nuestra propia vida, por nosotros mismos y elegir lo que en verdad queremos ser. Sartre no hablaba de otra cosa que la conquista de la libertad individual. En esa libertad, decimos hoy quienes no cedemos en la lucha contra las sujeciones y las barbaries, que la pantomima magnicida de anoche nos debe servir para decir basta, hasta acá llegamos. Y que, de una buena vez por todas, los tiros no sean de ficción e histrionismo politiquero, sino que sean de los nuestros y que apunten certeramente a derribar la miseria de los miserables. ¿Cómo? Comenzando a decir nuestra palabra, que no entiende de feriados ni de descanso. Y que poco nos importe si, como nos amedrentan con el objetivo de esclavizarnos aún más, nos reinventan que “la democracia está en peligro”, por el solo hecho que la protagonista principal del culebrón fue Cristina Fernández, esta vez. Pues nada nos debe movilizar su democracia y mucho reconocer que la mayor amenaza es la extinción del ser humano, si seguimos permitiendo la ignominia y la afrenta permanentes de nuestros antagónicos. Y no se olvide que en el cargador, esta vez y como último aviso, haya algo más que agua y consideraciones de fogueo.
Por Gustavo Calle