El sábado pasado, 15 de septiembre, tuvo lugar la jornada llamada “Día Mundial de la Limpieza” en la que personas de todo el mundo se juntaron para limpiar un espacio específico con el objetivo de disminuir el impacto ambiental que la basura le trae al mundo. Y allí fuimos nosotros a limpiar las playas de Mar del Tuyú. Y mientras íbamos juntando la basura ajena, miraba a mis hijos de dos años ensuciarse las manos recogiendo botellas y envoltorios y me preguntaba: qué limpiamos cuando limpiamos las playas.
Sin conciencia mediante, sólo limpiamos responsabilidades
La respuesta no es tan simple como parece; no limpiamos solo la basura tangible que encontramos en nuestra jornada sino que limpiamos también la desidia de nuestro municipio con respecto a nuestro entorno natural; limpiamos la inexistencia de una gestión de residuos en el Partido de la Costa y limpiamos la falta de control del cumplimiento de aquella legislación ya existente sobre higiene urbana. Limpiamos también la falta de ciudadanía del vecino que tira su basura en un terreno baldío, del que no se pone un simple tacho, del vecino que cuelga la bolsita del árbol y cuando ve toda la basura desparramada en la calle, se queja de ¨qué sucia que está la playa¨ o ¨mirá lo que hicieron los perros¨. Limpiamos responsabilidades.
El reciclado como política
Una gestión de residuos sólidos responsable entiende que no basta con juntar y revolear la basura en algún paraje perdido denominado “basural”. Entiende que un residuo sólido es un material descartado tras cumplir su vida útil y que ya no posee un valor económico de la manera que fue descartado. Sin embargo, una gestión de residuos que apunte al desarrollo sostenible de una región, sabe que entre esos residuos, están los residuos sólidos reciclables. Estos ya no carecen de valor económico y son susceptibles de ser transformados en otros productos, disminuyendo el impacto ambiental y evitando el uso de nuevos productos que terminarían siendo descartados. En Pinamar, por ejemplo, el municipio trabaja lado a lado con cooperativas como Reciclando Conciencia que se encarga de reciclar estos residuos y transformarlos en productos que ellos mismos venden. Además de reducir el impacto ambiental, se genera trabajo y una tarea de concientización del ciudadano que deja sus residuos reciclabes en islas ambientales para su posterior tratamiento. Es un círculo virtuoso en el que lo que usamos y descartamos, lo volvemos a utilizar transformado en algo diferente y además, se da un impulso económico a la localidad a través de un trabajo sostenible. Pero para que esto suceda, debemos tener autoridades comprometidas con el medioambiente como Pinamar.

Donde yo vivo, a veces transcurre una semana sin que el camión de basura pase. Mi tacho tiene tapa para que los perros o pájaros no desparramen la basura pero también tiene un límite de capacidad. Después de seis o siete días sin servicio de recolección, esa capacidad es desbordada. Ahora multipliquemos esta situación para toda mi localidad. Ahora para todo el municipio. Somos básicamente un basural a cielo abierto.
Sin una gestión de residuos eficaz, no solucionamos nada juntando la basura de la playa.
Entonces, ¿sirve que juntemos la basura de la playa? Una botella de plástico tarda de 100 a 700 años en degradarse dependiendo su espesor; una colilla de cigarrillo puede tardar más de 10 años y una sola llega a contaminar 8 litros de agua. Sí, sirve. Pero no, no solucionamos nada sin una gestión de residuos transparente y eficiente.
Cada vez que juntes la basura de la playa, acordate de hacerlo visible. De recordarles a nuestros gobernantes y a otros que vos hacés tu parte pero que ellos deben hacer la suya. Que estas acciones son muy loables pero no son suficientes. Que vos no limpiás responsabilidades: mostrás la inacción de los otros.
No te conformes con recoger basura. Nuestras playas tampoco se conforman con eso.