Chaca dio un paso importante en pos de obtener un lugar en la final por el primer ascenso, tras batir por 2 a 1 a Brown, en Adrogué. Blanco y Giménez marcaron para el Funebrero, que debió haber liquidado el partido, pero terminó sufriendo los centros al área del equipo local.
Por Gustavo Calle
El maestro de periodistas Osvaldo Ardizzone, allá por la década del ´70, decía que el fútbol entendido como lo que es, un juego maravilloso, es 50 por ciento seguridad y 50 por ciento asunción de riesgos. Último ítem que es el reaseguro de su máxima: “un juego maravilloso”. Chacarita hace honor a la frase y, ante todo, a enaltecer el fútbol respetando su idiosincrasia y su razón de ser como deporte. Y mal no le ha ido, pesar de algunos sustos y muy pocas defecciones (resultadistas, éstas).
En una instancia definitoria y ardua como la presente, Chaca no pone excusas y juega fiel a su estilo e idea futbolísticos. Y lo hace con la plena convicción que es el camino más lindo y correcto. Quizá aparece ese 50% de asunción de riesgos y no defina los partidos, cuando los tiene a su merced. Pero ¿qué amante del fútbol puede levantar su voz por un toque de más o por la búsqueda de la excelencia? Recordemos el partido ante Quilmes: 0-1, momentos cruciales del segundo tiempo. Más de una decena de toques y movimientos de rotación, búsquedas milimétricas de compañeros para el pase, doble pared, enganche ante un defensor y definición brillante de Coquito Rodríguez, ante la salida del arquero rival. Pero también, en Adrogué, apareció ese 50% de seguridad. Pelotazo largo (pero no a la deriva) para Blanco, que en soledad tuvo tiempo de medir el remate y anotar el gol que abrió el encuentro.
De allí en más, incluido el tanto de Giménez (luego de una estupenda lectura por parte de Ricky para hacerse del balón, matarlo con el empeine zurdo y con el mismo pie colocar un pase magistral para el Tanque) el Funebrero contó con innumerables chances para definir un partido que terminó sufriendo sólo por centros (así llegó el gol de Brown) y no por jugadas rivales construidas con eslabones de juego. De todas maneras, bienvenidos los instantes de padecimiento (pero que queden sólo en amagos, por supuesto) si el equipo prosigue sin estorbar su línea de juego y generando situaciones para el gol de manera elaborada y no por simple azar.

Fue triunfo inobjetable, a pesar de lo antedicho. Con Blanco que volvió a ser el que esperábamos y con una actuación general acorde a la idea-juego del cuerpo técnico. Ahora restan dos encuentros para la culminación de la primera etapa zonal del certamen. Tres puntos es la diferencia que nos separa de los dos clubes mendocinos. Pero con la misma aseveración de la pasada semana luego del empate ante Quilmes, de poco sirve el casi inevitable recaer en las ecuaciones matemáticas que poco tienen que ver con lo bellamente impensado del fútbol. Chacarita tiene armas y convicción suficientes como para hacerse de los seis puntos que restan jugarse, aunque desde lo pragmático y sin depender de nadie sólo necesite cuatro (obviando “la cuenta” por la buena cantidad en la diferencia de goles con respecto a Rivadavia y Maipú).
La final por el primer ascenso está cerca. A esta altura, disputarla ya es más una probabilidad, que una mera posibilidad. Y mucho más será certeza si el camino no se abrevia, no se acelera, y continúa enhiesta la convicción que el fútbol-juego también es ese bello 50 por ciento de asunción de riesgos, sin descuidar el mismo porcentaje de seguridad, que nos enseñó el maestro Ardizzone.
CLAVES DEL PARTIDO
*Volvió en su esplendor. Ricardo Blanco fue una de las figuras de Chacarita. No sólo por su gol y por el sutil pase que coloca para que el Tanque Giménez marcara el segundo, sino porque por el 10 pasaron los mejores momentos del equipo de Aníbal Biggeri. Importantísima reaparición futbolística de un jugador que es fundamental, sobre todo en esta parte definitoria del torneo.
*La seguridad de Caro Torres. El central cumplió una excelente tarea. No sólo defensivamente, sino que fue la opción de salida más clara desde el fondo. Fue reemplazado promediando la segunda parte por Lettieri, luego de sufrir un golpe tras un choque fortuito con Correa.
*Juan Cruz y Perdomo. El lateral cerró su sector y pasó con convicción y mucha técnica al ataque. Puchi, en tanto y como nos tiene acostumbrados, fue el alma y el motor del equipo. Releva, quita, traslada, utiliza correctamente el pase vertical a los compañeros y hasta se anima a pisar asiduamente el área contraria. Él y Coquito Rodríguez comandan la fortaleza anímica en los momentos del partido en que más se los necesita.
*La idea futbolística. Con aciertos y errores (muchos más de los primeros), Chaca es un equipo que juega sin traicionar su sensibilidad futbolística. Desde el comienzo del torneo se puede apreciar, más allá de los nombres propios, el respeto inclaudicable por la idea-juego. Quizá este ensamble hizo que perdiera algunos puntos en el certamen de manera injusta o que sufriera de más, pero el estilo Biggeri es innegociable. Incluso, en instancias definitorias.
*A no relajarse. A pesar de la importante victoria conseguida en Adrogué, y teniendo en cuenta la ya por demás notoriamente visible ayuda arbitral sobre todo en favor de Independiente Rivadavia, Chacarita -en los dos partidos que restan para culminar la fase inicial del torneo- debe hacer lo suyo sin caer en relativas especulaciones matemáticas. Un triunfo ante Estudiantes, en San Martín, casi que nos aseguraría el pase a la final, pero de todas maneras no debería desatender el último difícil compromiso en Rafaela.