Chacarita igualó agónicamente 2 a 2 ante Racing (Córdoba) y ya suma cuatro encuentros sin conocer la victoria y más de 50 años de dirigencias pecaminosas. Pisano y Brandán, los goleadores. Pero en verdad, ¿qué importa el resultado deportivo de un partido, en un juego -el fútbol- que ha sido corrompido y que no merece más reflexiones periodísticas, porque sus tahúres lo han convertido en subalterno de intereses umbríos? Hasta que no se divise una transformación de este orden consumista y perverso existente, desde NdR Radio decidimos, por respeto al lector, no realizar más comentarios de los encuentros. Al menos, para no sentirnos tan inocentemente boludos.
Por Gustavo Calle
Quizá suene como un adiós. Pero sin despedida. Porque aún tenemos la esperanza que algo pueda cambiar. Mejor dicho, que algo podamos modificar. Pues si esperamos de esta caterva que manipula un juego que creíamos tan decente como el fútbol lo haga, decididamente estaremos asistiendo a su entierro y nos convertiremos acríticamente en esclavos gratuitos extendiendo los pertinentes certificados de defunción.
El fútbol, como tal (y no es poco si lo consideramos una metáfora de la realidad con estrecho nexo cultural), ha pasado a un segundo plano, porque decididamente se ha convertido en un oscuro negocio que asesinó al juego por sí mismo. Hoy es una simple excusa para robar hasta las genuinas y desinteresadas pasiones. Más: de eso viven las lacras (directivos, poder económico y político, representantes -más que de jugadores, de imagen publicitaria-, medios de comunicación –más que eso, órganos de propaganda patronal-, barras bravas y demás subrogantes). En este degradante marco general, Chacarita es un ejemplo patético y sobredimensionado. Por lo antedicho, pero con un agregado: ostenta el mamarracho de la mediocridad. Y empecemos a extender esta denostada virtud por un detalle simple y mínimo, que tanto nos identifica: detrás del arco que da a la cabecera principal del estadio, a la altura misma del campo de juego, carretillas, herramientas de construcción, paredes con moho, humedad y falta de pintura y aseo. Todo a la vista. La básica pregunta es: el club, ¿no posee un lugar cerrado como para guardar estos elementos? Creemos (o queremos creer) que sí, pero el mamarracho de la mediocridad se impone.
La “chantocracia” futbolera (como maravillosa y exactamente la denominaba el maestro Dante Panzeri refiriéndose a los estamentos de poder que manipulan a su antojo a esta disciplina deportiva) no sólo maneja pases de jugadores, recibe comisiones varias por diferentes ítems, declama el supuesto beneficio que los clubes sigan siendo sociedades anónimas (para no ceder en sus negociados que les brindan dividendos económicos y políticos) o hace y deshace situaciones inherentes a los clubes sin siquiera consultar a sus oprimidos socios e hinchas, sino que en los anales de la historia del fútbol se los recordará por ser los cocreadores-cogerenciadores de un androide fabuloso. Un ser acrítico, traspasado por un pleno estado de salvajismo emotivo e intelectual, parecido a un ser humano, llamado barrabrava. Uno que son cientos. Como en los Tres Mosqueteros: todos para uno y uno para todos. Es decir, laboran para un jefe y éste último, al final de cada tarea, los gratifica por los servicios prestados. En Chacarita este humanoide se exacerba: no sólo forma parte del brazo armado del poder, sino que posee cargos en comisiones directivas. O tiene a su cargo la ¿concesión? (hilarante) de venta de gaseosas y comestibles en el mismo estadio, o de indumentaria o de alegorías o de áreas en el polideportivo. Y cuando alguno de estos gobernados ingobernables fallece, la misma dirigencia se encarga de organizar su velorio (o parte del mismo en lo que concierne a los límites del club) y diagrama oficialmente despedidas obituarias utilizando para ello hasta a los jugadores, socios y simpatizantes. Subnormales que cuando “les agarra el bajón”, se deleitan asesinándose entre ellos, o a algún desprevenido, sin ir más lejos, ocasionándoles perjuicios a aquellos que abonan onerosas cuotas sociales o entradas generales y plateas y que sólo están movilizados por disfrutar de ir a ver un partido de fútbol en que juega el club de sus amores.

Hablando de amor, otra palabra (y más su circunstancia) en debacle permanente. Tomemos del argot y sus subrogantes una frase común y hecha: “Ustedes no aman a Chacarita”. ¿Quiénes? ¿los que criticamos, hacemos ver las falencias, desmitificamos absurdos, proponemos mejorar y desterrar la mediocridad reinante, pensamos, sentimos, o nos oponemos a la complacencia inocente y sin sentido? Si cavilamos, nos daremos de bruces sin más con una respuesta concreta: quienes no quieren ni un atisbo a Chacarita son aquellos que pregonan y enhiestan esa vil y perversa pregunta. Sencillamente, porque carecen de los atributos y calificativos antes mencionados. Y por algo será. Y ese algo es oscuro.
Hasta aquí llegamos. Al menos, por ahora. Basta de hipócritas. Somos de Chacarita y lo amamos de verdad. Nos importa más que un resultado deportivo (aunque siempre queremos ver al Funebrero ganar), el desandar institucional. Y más aún: que el fútbol vuelva a ser un noble juego despojado de tanta tilinguería, ineptos, mercaderes del negocio y de la muerte y medios de comunicación gozosos de su estupidez y servilismo tan sin vergüenza y sinvergüenza.
Es tiempo de evaluar, pasar por el tamiz de la memoria y ser honestos con nosotros mismos, cada uno, para poder arribar a una conclusión que nos permita, al menos, no seguir siendo tan abyectos. Y por sobre todas las cosas, para darnos cuenta si en verdad nos enrolamos en quienes amamos a Chacarita de verdad o nos place la comodidad y la acriticidad de proseguir alimentando parásitos peligrosos.

Moraleja: si en el proceso cognitivo, usted arribó a la certeza que ama a Chacarita de verdad, bien. Y si no, el camino es el visto: hágase dirigente. Y si no le da el target o anda flojo de relaciones de fuerza, vístase de esclavo de él. Algún “carguito” en la subcomisión de Socios va a tener. Pero no pierda las esperanzas. Aún, por lo poco, le quedan dos alternativas para no cejar en su objetivo: convertirse en barrabrava (tendrá su carnet de socio sin cargo de por vida e ingresará a cada partido sin engorrosos trámites ni cacheos) o propóngase como colaborador de un medio de comunicación partidario. Pero eso sí: júrese por sus seres queridos, y en eso al menos sea irreductible y no caiga en hipocresías: no venga nunca más a prepotear infantilmente con que “no amamos a Chacarita”.
CLAVES DEL PARTIDO
*¿Y Lacroze? Pasan los días (que ya son meses) y la dirigencia ni una palabra sobre la situación de lo que presentó pomposamente como “recuperación” del sector en la sede social de CABA. “Recuperación”, luego declamada como concesión. Y poco más tarde, nada se sabe. Lo más cierto, ante el silencio, la casi nula y confusa información encontrada (y con encontronazos) y la carencia absoluta de sinceridad por parte de la dirigencia es que el área pareciera no ser propiedad de Chacarita.

*¿Y las oficinas de Socios y Prensa? Ambas, un oxímoron: ganan notoriedad, porque brillan por su ausencia. Manejadas (manipuladas) por representantes poco y nada idóneos, se posicionan, desde el inicio de esta gestión, como las dos carteras con mayores falencias, además de pecar de manera alarmante de falta de poder cognitivo sobre los temas que deberían desarrollar por lo poco con saberes de oficio. Al menos, mínimos, para no recaer en ambiciones desmedidas. “Hacete socio”, pero sólo para poder (por ahora, todavía) ingresar a la cancha. De lo demás, nada. Ni siquiera comodidad y herramientas que exige este ahora para poder abonar una simple cuota mensual. En cuanto a la subcomisión de Prensa (onerosa denominación para un tan sólo insignificante círculo de pocas y vacuas informaciones y nada de opinión (al menos con sentido crítico) basta con ingresar a la página web de la entidad para sacar conclusiones.


*¿Y nosotros, socios y simpatizantes? A la deriva, como hace no menos de 50 años. Claro que no todos los hinchas y masa societaria son iguales. Están quienes dicen “amar a Chacarita” y amparan barras, no aceptan críticas, viven del club y callan cuando tienen que decir (último ítem reservado a los mediocres y conniventes medios partidarios). Como si fuera poco, amenazan e insultan, aunque esa afamada guapeza no trasciende más allá de las redes sociales. Y también estamos quienes somos acusados de “no querer a Chacarita”, porque simplemente hacemos notar deficiencias, sospechas de negociados e intereses espurios, nos oponemos a los brazos armados de la dirigencia (barrabravas y subalternos de la comisión directiva) y nos importa algo más que un resultado deportivo.
Y hay una parte de socios y socias que con buena fe tratamos de hacer un Chacarita Juniors grande y de primera. Esas personas que dejan horas con sus familias para trabajar por el club sin ningún interés más que un Chacarita grande.
Esa gente se merece respeto de que no siempre es dirigencial el esfuerzo y que libres de cualquier culpa y/o negociado que denuncia, trabajan incansablemente por y para el club.
De esos nunca lo llegó a leer.
Funeabrazo
A mí entender es nuestra historia y no veo que valla a cambiar al corto plazo. Sin palabras. Nunca se callen.
Como toda realidad es subjetiva, es de observar que las notas del Sr. Calle marcan con mirada idealista la realidad. Le felicito por la pluma en la redacción y puntúo el límite del universo donde hace sus planteos. Acaso se pierde la realidad de la mayoría de los clubes? La básica estructura organizacional de cualquier razón social? El contexto socio-económico de un país que perdió el rumbo y que sólo propone asistir a las exequias del propio ser nacional? No quita la razón de sus dichos pero la falta de contexto amerita estos cuestionamientos. Agradezco la nota aún sin compartirla. Saludos.
No denuncio, opino. Es un editorial periodístico, no un tribunal. Abrazo.
Sergio: agradezco tus palabras, que son de real valía. Pero permitime disentir, en cuanto al contexto que referenciás. En el editorial se expresa claramente cuáles son los entes que se ven involucrados en esta corrupción que vive el fútbol y que son actores exponenciales en esta degradación. Quizá, sí, concuerdo que ese contexto que citás amerite otro desarrollo más extenso y pormenorizado. Pero la salvedad es que en este caso el intento fue sintetizar (y no obviar), para no perder margen del eje central. Abrazo y renuevo el agradecimiento por tu comentario.