Los guarismos más temidos. Los números invisibles para los medios de comunicación convencionales y demás esquemas especulativos. El resultado final que no se observa adrede. El NO de quienes con convicciones o resignaciones le dan la espalda a los burdos y embusteros comicios. El grupo que integran las abstenciones, impugnaciones, nulos, blancos y recurridos conforma la fuerza más temida y más importante en cada acto electoral, al menos de las últimas dos décadas. Y casi todos los actores hollywoodenses de este parto contra natura llamado comicio se hacen los desentendidos. Por conveniencia, principalmente, y por cumplir con las obediencias implementadas, también.
En el orden nacional, y en el local –Partido de la Costa-, el NO a la vetusta contienda clientelar y a los mismos oferentes de la miseria volvió a ser el protagonista principal colocado en lo furtivo. Como si fuera una logia ultrasecreta que hay que esconder, para no soportar papelones ni reconocer que este sistema está caduco y, además, miente.
En La Costa, el rechazo al sistema fue la primera fuerza electoral
Para no extendernos más allá de a inmanencia vernácula, en el orden local, alrededor de 21500 fueron los NO, entre abstenciones, nulos, blancos e impugnados, que le dijeron SÍ a la transformación. Es decir, este segmento está conformado por 3000 personas más que a la lista a la que le adjudican mentirosamente el primer lugar y casi 4000 más que a la eterna segunda (la de Marcos García).
Y no vamos a recaer en que el escondido y acallado ganador de las elecciones está conformado por una homogeneidad de criterios y un unívoco ideario. Más allá de los resquicios evidentes de insumisión, aún no llega a encumbrarse en la categoría de una verdadera y concluyente rebeldía. Convicciones y resignaciones se conjugan para darle forma a este ganador impugnado por los mercaderes comiciales y sus séquitos de bufones al servicio de mantener la ignominia corporificada en urnas y cuartos oscuros.
La clase politiquera y sus subyacentes dominantes, poco a poco, y casi en un acto que no contempla una conciencia plena ni mediana, aunque fuese, va perdiendo credibilidad sistemáticamente. Ahora, claro, esa sistematización que asoma como una desobediencia deberá ineluctablemente convertirse en opción consciente. La convicción, de manera indefectible, tiene el compromiso de superar la resignación y construir un nuevo espacio que no alterne ni quede subyugado al mero acto del NO VOTO electoral y mucho menos desatender las cuestiones sociales y filosóficas que entraña. El NO VOTO debe ser una batalla intelectual e ideologica para presentar en ese campo bélico que ofrenda el poder dominante y sus mensajeros, más allá de cualquier mera lid electoralera. El NO VOTO es todos los días, basado en una campaña que se extienda por sobre los pacotilleros discursos mediáticos y sea, en verdad, una manera de aprehender, reconocernos y convertirnos de agonistas a protagonistas. Primero, despojándonos de lo que nos han introyectado: la sumisión, la necesidad de ser gobernados por ingobernables y la falsa creencia de compromiso cívico, que no es otra cosa que una trampa retórica para sentirnos ciudadanos y soberanos. Dos terminologías abstractas y de uso suntuario, para contraponer a la subjetividad crítica que poseemos como sujetos sociales. Segundo, desaprender todo lo aprendido estructural, coyuntural e institucionalmente, y por último, enriquecernos, desde aquellas premisas, en la praxis. Para hacer, fuera de todo discurso proselitista, la verdadera historia. La nuestra, la que no solo deberemos escribir, sino construirla.
El NO VOTO tiene que consustanciarse con una forma de vida. Cuando esa inmensa posibilidad que tenemos a nuestro alcance se imponga, entonces sí podremos sentirnos algo más libres y ya no necesitaremos de deambular por caminos ajenos y llenos de interrogantes, denominaciones histriónicas y vacilaciones a sortear.
Por Gustavo Calle