¿Cuál es la importancia de los océanos?, ¿qué nos brindan?
Sabemos que sin ellos, nosotros no tendríamos chance de existir. Pero a veces escuchar algunos datos puede a darnos una idea de la magnitud que encierra la frase “hay que cuidar los océanos”:
- Los océanos nos proveen de aproximadamente el 50% de oxígeno que respiramos a través del plancton, organismos que flotan en sus aguas. Cuanto más contaminamos el hábitat donde se desarrollan, mayor el riesgo de arruinar este proceso.
- Almacenan dióxido de carbono, estimándose que un total del 55% siendo absorbido por ellos mientras que el resto queda en la atmósfera. El exceso de dióxido de carbono en los océanos pone en peligro la vida marina.
- Al cubrir prácticamente el 70% de la Tierra, sirven como reguladores del clima, transportando aguas cálidas del Ecuador hacia los polos y de los polos al Ecuador. Si no dejamos de contaminarlos, esto va a cambiar y el cambio climático ya no será una palabra de moda: será una pesadilla.
- Nos proveen de comida a través de la pesca, que cuando se realiza de forma sostenible, garantiza trabajo también para los pescadores artesanales. Pero hoy en día estamos frente a una pesca depredadora que termina arrasando con comunidades enteras de peces y otros integrantes del ecosistema marino, desequilibrando aún más el balance natural del mismo.
- Algo que tal vez parezca fútil que sin embargo no lo es: nos proveen de recreación. Podemos navegar, hacer deportes acuáticos, conocer las profundidades buceando, visitar cavernas, en fin: podemos hacer una gran cantidad de actividades de ocio que nos permiten tener una mejor calidad de vida.
- Permiten también que la economía de lugares como el nuestro sigan existiendo.
Estos son solo algunos datos que revelan la importancia de cuidar nuestros océanos.

¿Y entonces por qué seguimos haciendo lo que no debemos?
En casa charlábamos sobre este asunto y llegamos a una conclusión triste: es la impunidad de nuestra generación. Porque sabemos que nosotros vamos a sufrir las consecuencias de no cuidar el planeta pero no tanto. Tal vez nuestros hijos lo sufran un poco más pero probablemente ellos tampoco vean un planeta en llamas (aunque ya lo esté). Y nuestros nietos un poco más, pero creemos (o nos engañamos) que el gran debacle tal vez llegue en 100, 150 años. Algo lejano. Porque mientras podamos seguir con nuestra rutina de ir todos los veranos a la costa, de meternos en el mar y comprar el cucurucho de papas fritas, todo va a estar bien. Aunque nos damos cuenta que cada año el agua está diferente, más sucia, llena de plástico, la playa más reducida, no es algo que realmente nos afecte ahora. Selfie para el Facebook comiendo rabas y no pasa nada con el medioambiente. La felicidad de la negación a puro trapo.

Bueno, no, señoras y señores. Así como nos quejamos de “che, qué calor que hace, no era así la costa cuando era chico” o “me metí al mar y se me enganchó una bolsa en el pie, gente maleducada que no sabe usar el tacho”, nuestros hijos y nietos nos van a pasar factura del desastre que estamos dejando. Porque ellos también tienen derecho a que en el futuro puedan venir a la costa y disfrutar del mar y sus aguas tranquilas; ellos también tienen derecho a poder respirar un aire más limpio y poder disfrutar de un clima que no sea abrasador. Y nosotros tenemos una responsabilidad.
Prescindible humanidad
En un documental que vi hace tiempo, mostraban qué pasaría si la Tierra se quedara sin humanos hoy. Básicamente, todo se vendría abajo. Las centrales nucleares explotarían y contaminarían parte del planeta. Sobrevivirían los animales y plantas que pudieran adaptarse (interesante que las cucarachas…¡se morirían!) y todo volvería a ser relativamente similar a lo que era antes de las modificaciones que el hombre hizo sobre el paisaje natural. Pero lo importante de todo es saber que luego de muchos, muchísimos años de estar sin el ser humano, los océanos eventualmente se recuperarían por no tenernos a nosotros contaminándolo constantemente y limpiarían la radiación del planeta. Y florecería la vida aun más. Esto deja bien claro que el planeta no nos necesita para sobrevivir. Pero nosotros necesitamos de él para hacerlo.