“En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”, Rodolfo Walsh, Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar.
No fue un golpe militar como los otros. Porque mató, secuestró, torturó, robó niños e identidades, todo con precisión nazi.
Pero además porque se propuso reorganizar el país, su sociedad, sus sistemas de producción, sus costumbres, sus leyes, el mundo del trabajo de manera tal que nunca más se cuestionara la injusticia social en la Argentina. Y allá se fueron nuestros derechos, y una generación completa de argentinos dirigentes, militantes, disidentes, o simplemente distintos.
Los crímenes de lesa humanidad fueron sólo la parte más visible y sangrienta de la dictadura militar. Pero todo el Proceso tenía en sí el objetivo de empujar a punta de pistola a la ciudadanía adentro de sus casas para que no se metiera en política, para que no pensara, para que no reclamara por sus derechos, para que no se organizara, para que aceptara con mansedumbre bobina cualquier injusticia cometida desde el poder, para que los trabajadores resignaran todo lo ganado a cambio de nada.
He aquí el proyecto de sus mandantes, los dueños de la Argentina.
Sin embargo, henos aquí, luchando por las mismas cosas que nuestros compañeros de entonces, aquellos que trabajaron en nuestras mismas oficinas y fábricas, y que fueron conocidos por compañeros que hoy comparten nuestra jornadas de trabajo.
Porque soñaron (y lucharon) un mundo mejor y fueron desaparecidos por ello. Para los que reclamamos Justicia, Verdad y Memoria.
Para todos ellos un grito que los sobrevive: ¡PRESENTE!
Y el mejor de los homenajes: seguir soñando (y luchando) por un mundo mejor, para nosotros y para nuestros hijos.