En estas últimas semanas vimos por las redes sociales, los noticieros y escuchamos de alguien que el aislamiento preventivo obligatorio en muchos países hizo que reaparecieran animales, se limpiara el cielo, se escucharan más pajaritos y otros etc. Y es todo lindo. Digo, verle el lado positivo a las circunstancias.
Pero la realidad es que ni todas esas imágenes eran reales, el cielo limpio por tres meses en China o en cualquier lugar no cambia en nada el hecho de que para evitar el calentamiento global eso no es suficiente (de hecho, ya nada lo es sino que estamos intentando aplacar un poco lo que se no viene) y los pajaritos siempre estuvieron ahí. Tal vez vos en la locura del día a día no los escuchabas.

No es que siempre sea negativa; al contrario, soy bastante optimista con muchas cosas. Si no, para qué intentar trabajar con la cuestión ambiental, ¿no? Pero veo que muchas personas se concentran en que somos nosotros, los humanos, el virus que mata al planeta. Somos nosotros los que destruimos. Somos nosotros los que lo dañamos. Y qué lindo cuando la naturaleza vuelve a mostrar señales de vida.
El problema con esto es que quienes plantean esto, se ponen a apuntar con el dedo a otros. A esos. A los demás. Si somos los seres humanos los responsables de la destrucción planetaria, entonces ellos también están en la bolsa. O somos todos, o ninguno. Porque de esta nos salvamos juntos.
Entonces en vez de plantear que somos lo peor que le pasó al planeta y que básicamente la naturaleza solita estaría mejor, recordemos que los seres humanos también formamos parte del ambiente y que no podemos exentarnos de él. Cualquier solución que pensemos para recuperar parte del daño ocasionado la tenemos que pensar teniéndonos en cuenta.
Y esta pandemia nos está dejando algo positivo dentro de todo lo malo que viene con ella: el de repensar nuestros hábitos, nuestras formas de relacionarnos, nuestras formas de vivir. Ya no podemos comprar de todo y todo inclusive si la economía nos acompañara; ahora tenemos que pensar qué vamos a comer, cuánto vamos a cocinar, qué vamos a comprar en las poquísimas salidas que hacemos. Ahora consumimos con más cuidado. Todos en casa y juntos nos obliga a replantearnos las relaciones, cuánto nos comunicamos, cuánto nos conocemos de verdad, cómo resolvemos conflictos cuando no hay para dónde escaparse. Los pajaritos que las personas dicen que escuchan ahora es porque no están corriendo, porque llega un momento que perderse en el celular no es suficiente para distraernos y empezamos a buscar otras cosas para mirar. Y encontramos los pajaritos.
Todo esto, todas estas nuevas viejas formas que aparecen durante la cuarentena son herramientas que podemos usar para rever nuestras relación con el planeta. Parar de decir “hay que” para decir “tengo o tenemos que”. Dejar de usar verbos impersonales para responsabilizarnos de lo que hacemos Porque los seres humanos no nos vamos a ningún lado. Seguiremos aquí por mucho tiempo.