Entre la ineficacia a la hora de definir y el pésimo y tendencioso arbitraje de Emanuel Ejarque, Chacarita no pudo quedarse con la victoria y sólo igualó sin abrir el marcador ante Deportivo Madryn. No menos de una docena clara de situaciones de gol generó el equipo de Aníbal Biggeri; entre ellas, dos en los palos.
Por Gustavo Calle
Qué complejo es a veces tener que explicar los motivos que arroja el decurso de un acontecimiento, cuando no se condice con el resultado final. En el fútbol, cuanto en la vida, coexisten un sinfín de factores que se asemejan a la injusticia. Está claro que con sólo intenciones no alcanza; pero tampoco hay que desconocer que el esfuerzo ejercitado tenga como “premio” el desconsuelo. Chacarita no generó menos de una docena de situaciones claras de gol. La impericia en la definición, los palos y la buena labor del arquero visitante le impidieron quedarse con los tres puntos, tan necesarios no sólo por la localía, sino para proseguir encaramado en los primeros puestos de la tabla. Claro que es menester reconocer que en algún momento del encuentro pudo perder, debido a las graves descompensaciones defensivas.
Párrafo aparte para el bochornoso arbitraje de Emanuel Ejarque, quien tuvo una importante influencia en al menos dos jugadas clave: el agarrón no cobrado a Giménez, cuando se iba derecho al gol, y lo que debió haber sido expulsión del segundo central de Deportivo Madryn, luego de una fuerte falta cometida contra Juan Cruz González, estando amonestado. Más allá de todo lo antedicho, la injusticia en el marcador final hay que remitirla al dominio casi absoluto de los 90 minutos y la propuesta –con equivocaciones- de siempre ir a buscar el triunfo. Una marca registrada del equipo de Aníbal Biggeri, que con desacoples, desatenciones en los relevos, momentos de confusión y de errores básicos, no claudica en ese intento. De todas maneras, inconcebible sería no reconocer que este plantel –no muy numeroso y sin tantas figuras sobresalientes- se las ingenió, asumiendo la idea pergeñada por el entrenador, para hasta aquí realizar una campaña impensada antes del comienzo del campeonato.
Chaca mereció largamente quedarse con la victoria. Se tuvo que conformar con sumar sólo una unidad, ante un rival que a priori asomaba como de los más accesibles del certamen. Claro está que en este hermoso juego los imprevistos lo vuelven aún más bello, aunque en ocasiones se sufra más de la cuenta con ellos. Bien lo decía el escritor peruano Julio Ribeyro: “Nada más bello y gratuito que una alegría o una tristeza deportiva”.
Esta vez, a pesar que fue empate, nos toca, desde lo emotivo, sentirnos más acongojados que contentos. Mas valga la bien fundada esperanza que nos legó el andar del equipo, de saber que en pocos días está la posibilidad de tener revancha. Y esta tristeza de hoy pueda convertirse –y no es descabellado, por lo visto hasta ahora- en una nueva alegría.
Aunque suene como entredicho de perogrullo, en el fútbol existen tres resultados posibles: triunfo, igualdad o derrota. La importancia radica en cómo se consigue cada uno de esos resultados. Incluso, aunque asome como exagerado, desmedido y hasta masoquista, el caer vencido. Chacarita demostró que puede ganar, empatar o perder con cualquier contrincante. De hecho ya conoció, arrancada recién la segunda parte del torneo, las mieles, la desazón, la conformidad y los infortunios de todos. Lo que parece irrevocable es el compromiso con el ideario futbolístico. Y es precisamente, este ítem –a evidente diferencia con lo ocurrido en los últimos años- el que nos sigue generando la ilusión ineluctable.
CLAVES DEL PARTIDO
*La falta de puntería en la definición. Dos de Giménez en los palos (una en cada tiempo); la última, con un remate débil de Astina luego del rebote en el madero, incluido. En el comienzo, Blanco de derecha disparó afuera, desde un ángulo cerrado, luego de dejar en el camino al golero visitante. Y así, sucesivamente, también se los perdieron, principalmente, Coquito Rodríguez, Pugliese y Perdomo; éste último, casi en tiempo de descuento.
*Las actuaciones de Giménez y Zanini. El delantero las pelea todas, hace un desgaste descomunal y gana la mayoría. Tuvo al menos tres situaciones claras de gol: dos, como quedó dicho, dieron azarosamente en los palos y en la restante, antes del primer minuto del segundo tiempo, no pudo esquinar su disparo. El cuanto al central, ganó absolutamente el duelo contra el muy buen centrodelantero y goleador de Deportivo Madryn. Además, mostró su categoría en muchos pasajes y fue clara salida desde el fondo.
*La irregularidad en el juego de Blanco y Coquito. A ambos les faltó mayor continuidad. Salvo algunos muy buenos arranques y pelotas al vacío, ninguno de los dos logró sobresalir. Ni siquiera en la parte final –Rodríguez, incluso, salió reemplazado-, cuando el equipo necesitaba la claridad y calidad indiscutible que poseen, pudieron aparecer para torcer el rumbo del partido.
*El desbalanceo defensivo. Con el correr de los minutos, sumados a las muchas chances netas desperdiciadas, el quipo mostró serias descompensaciones defensivas que pudieron haberle injustamente costado muy caro. Errores en el retroceso y en la cobertura de espacios se volvieron a exhibir como en varios momentos del torneo.
*El bochornoso arbitraje de Ejarque. Debió, promediando el segundo tiempo, mostrarle la segunda amarilla al marcador central izquierdo visitante, luego de una violenta falta cometida a Juan Cruz González, cuando éste encaraba en busca del área defendida por Temperini. También obvió una clara infracción a Giménez, quien iba apareado junto a Perales ingresando en la medialuna. En las divididas, prefirió fallar en contra del Funebrero, casi siempre.