Aquel que fuera inmortalizado en la tapa de “El Gráfico” ya peina algunas canas, pero siempre recuerda la epopeya funebrera con mucho cariño. Esta vez la pared se la devolvemos nosotros.
Un jugador diferente
Con una gracia infinitamente superior a la demostrada por Neil Amstrong 14 días antes para caminar sobre la superficie lunar, Ángel Alberto Marcos surcó el césped de la cancha de Racing rumbo al arco rival dejando atrás, primero, a Miguel Angel López y, luego, al arquero Hugo Carballo, para definir con un caño sobre el cierre desesperado del propio López y decretar el 3-1 de Chacarita ante River. Para Marcos había sido un pequeño instante de inspiración; para Chacarita, un gran salto a la historia: con el 4-1 definitivo en la final del Metro de 1969, éramos campeones por primera vez. Una proeza, para nosotros, similar a la del Apolo XI.
Ángel Marcos fue la figura indiscutida del mejor Chacarita de la historia que, del 69 al 71, año en el que fue vendido al Nantes, se convirtió en uno de los equipos referenciales del fútbol argentino. La carrera de Ángel en el fútbol le podría dar nutridos argumentos a los guionistas. Porque Marcos, que fue crack sin discusión, tuvo otra característica que lo ubica entre los grandes: una capacidad asombrosa de transformar situaciones adversas en historias de final feliz. Como los héroes de las películas. Y con un sello inconfundible: la gambeta.
Crack, genio y figura. Hubiera sido una gran pérdida, porque Marcos era un jugadorazo con todas las letras. Pasó por varios puestos del medio hasta encontrar su lugar sobre la derecha, para arrancar sobre tres cuartos de cancha. Desde allí, se dedicaba a horadar las defensas rivales con una paciencia de orfebre. Porque Marcos se tomaba el tiempo necesario. Los segundos útiles para que su eventual marcador comprara el engaño que proponía su gambeta o para, ya frente al arco, encontrar el camino más seguro para llegar al gol. “Dentro del área siempre hay tiempo”, solía decir. Y no era una frase hueca. La honraba cada vez que pisaba la zona caliente.
Del descenso a la gloria
Para la historia. En 1967, las necesidades de Marcos y Chacarita confluyeron en el punto exacto. El jugador buscaba un equipo que le bancara la recuperación de su úlcera. Los de San Martín, jugadores de bajo costo y elevado potencial, para evitar el descenso con el que venía amagando por aquellos años. Y en el Metro del 67 la historia no varió. El equipo llegó a la última fecha del Reclasificatorio con la obligación de ganar para no descender. El rival era ni más ni menos que Atlanta y, al término del primer tiempo, Chaca perdía 2-1. La del segundo tiempo fue, una vez más en la vida de Marcos, una historia de resurrección. Con dos asistencias de su autoría, Chacarita ganó 3-2 y se mantuvo en Primera. Ese partido sirvió para crear una mística que llevaría a un grupo de jugadores casi desconocidos a ganar el Metropolitano, dos años más tarde.
El capitán del mejor equipo
Aquel Chacarita campeón, formado por Argentino Geronazzo, pero conducido en 1969 por Federico Pizarro, primero, y Víctor Rodríguez, después, tenía grandes jugadores: Ángel Bargas, Frassoldati, Recúpero, Neumann. Pero Marcos era el mejor de todos. Lo que hacía más grande al hombre que, aún figura del campeón argentino, seguía cumpliendo su horario vespertino como jefe de mercadería de una fábrica de alimentos balanceados, era su versatilidad. Contra los prejuicios que encasillan a los habilidosos como tipos díscolos, Marcos tenía una gran visión del juego que, sumado a su fuerte personalidad, le permitían ser el capitán y líder natural del plantel.
Para todo el mundo. El suceso de Chacarita no se agotó en aquel Metro 69. El equipo tuvo continuidad. Eso le permitió a Marcos alcanzar los dos sueños del futbolista: la Selección y una transferencia al exterior. Con Argentina, lo suyo no fue muy extenso: jugó siete partidos (un gol) entre 1969 y 1971.
Antes de partir a Francia, Ángel Marcos pudo haber alcanzado nuevamente un titulo junto al tricolor, pero esa vez el destino no sería el de 1969. Chaca y Marcos tuvieron la oportunidad (una vez más) de resarcirse por aquel campeonato perdido. Fue a las pocas semanas. Chacarita estaba invitado para jugar la Copa Joan Gamper, el cuadrangular anual que organiza el Barcelona. A pesar de estar en Nantes, Marcos pudo jugar aquel torneo con Chaca. El primer rival fue nada menos que el Bayern Munich de Maier, Breitner, Beckenbauer y Muller, la base de la Alemania que se consagraría campeona del mundo en 1974. Fue 2-0 con baile y un penal errado por Bargas que podría haber elevado la cifra. El adiós definitivo fue el día siguiente, en la final, cuando el Barsa derrotó a Chaca por 1-0, favorecido por el arbitraje.
En tierras de Napoleón
Pasaron los años, y Marcos se fue alejando de la memoria del fútbol argentino. Así, sus gambetas se perdieron en la lejanía. Quizá, lo último que se recuerde de él sea el título obtenido en el 73 con el Nantes en el que también jugaba Angel Bargas. Luego, pocos saben de su paso por el Tolouse, de sus primeras armas como técnico en aquel equipo. Luego, de su vinculación con una empresa petrolera por la que terminó trabajando en el fútbol de Gabón, los Emiratos Arabes y Egipto.
A 50 años de haber alcanzado la gloria, Ángel Alberto Marcos, regresó a su casa para recibir homenajes de todo tipo por parte de todas las generaciones de hinchas tricolores, quienes le agradecen al gran capitán el lucir con orgullo una estrella sobre el escudo. La estrella del Campeón Metropolitano 1969.