Chacarita comenzó el torneo derrotando con claridad y contundencia por 2 a 0 a Deportivo Maipú (Mendoza). Los goles fueron conseguidos en la primera parte por Matías Pisano (penal) y Ramiro Costa. Durante el entretiempo hubo un muerto, luego de una pelea interna entre una de los dos barras. La inconcebible gresca comenzó en la tribuna y culminó en la calle.
Por Gustavo Calle
Otros nombres, idéntico estilo. Diferentes ejecutantes, para una misma sinfonía. Mismo planteo e idea, con la finalidad de ganar pero con consistentes argumentos que hacen al fútbol juego. Abreviando, la marca Aníbal Biggeri elevada a esta versión 2024. Con estos atributos innegociables, fue 2 a 0 ante uno de los mejores equipos del torneo anterior, Deportivo Maipú, para arrancar el periplo de una nueva temporada en la segunda categoría. Y lo más importante, fue victoria celebrada y disfrutada por los muy buenos momentos de fútbol demostrados, sobre todo en la primera etapa, por este renovado equipo.
Inobjetable es que apellidos como Pisano, Figueroa y Salinas (estos dos últimos ocuparon un lugar entre los sustitutos) son convocantes por sí solos para el hincha de Chaca. Pero también este plantel –en principio, superior en cantidad y calidad al muy bueno del pasado campeonato- se nutrió de jugadores como Brandán –exponente de fútbol exquisito y entrega asegurada-, el muy buen central Tomás Onetto (conocido por Biggeri tras su paso por All Boys) y algunos otros nombres que generaron expectativa. Y en verdad, todos cumplieron. Algunos, con creces. Como el caso, quizá, de más difícil resolución en la previa: el reemplazante del capitán, Luciano Perdomo. Encomiable y observada tarea que le correspondió a Nicolás Watson, llegado a principios de año desde Instituto (Córdoba). Resultado: el volante central fue, junto a Pisano, una de las figuras excluyentes no sólo del Funebrero, sino del encuentro. De incansable trajinar, se convirtió en el eje del equipo con una admirable actitud posicional, despliegue para cortar en tres cuartos de campo los avances rivales y ductilidad en el manejo del balón. Virtudes que, en cancha, hicieron en parte olvidar (o paliar) la penosa ausencia de Puchi, el jugador hoy con mayor ascendencia dentro del plantel y el hincha. Incluso, en ambos -Watson y Perdomo- existen similares porte y fisonomía. Junto al 5, asomó la figura de un jugador inteligente, de presencia notoria, talentoso: Juan Pablo Passaglia. El ex Agropecuario – también de juego y físico muy parecidos a los de Alvaro Cuello- desplegó su categoría convirtiéndose en el otro eje del equipo.
Un segundo tiempo que prácticamente estuvo de más
Luego de un breve lapso de desconcierto en la segunda mitad –en la que los mendocinos generaron un par (las únicas) de situaciones claras-, el ingreso del juvenil Julián Domke (otro acierto del cuerpo técnico) colocó las cosas en su lugar. Chacarita retomó el control del partido e incluso en los pies de Cocimano (ingresado por Costa) pudo haber ampliado el tanteador.
Con un buen primer tiempo, donde anotó los dos goles y se mostró superior al rival, y una segunda parte para regular –atenuante es la agobiante temperatura vivida en la tarde de San Martín-, Chacarita comenzó su derrotero en este nuevo certamen reivindicando lo muy bueno (menos el resultado final) de lo hecho en 2023. Verdad, con mayoría de nuevos y “viejos” nombres y algunos ya conocidos, aunque con poco o nulo rodaje en la pasada temporada (Pombo, Chaves, Losas). Claro que la idea y el estilo pregonados son los mismos. Una marca Biggeri que renueva esperanzas, que se acrecientan con el regreso de algunos queridos futbolistas, como Pisano, Figueroa, Salinas y Lazarte, y que nos permiten, al menos desde las sensaciones, reconocer aquel asidero que parecía haberse perdido u olvidado: el sentido de pertenencia.
CLAVES DEL PARTIDO
*Conmovedor. El tributo brindado a Luciano Perdomo acaparó no sólo la atención en la previa del partido, sino a los 5 minutos de iniciado, cuando desde los tres costados se elevaron carteles en su nombre y el árbitro decidió detener las acciones para enaltecer aún más el justo reconocimiento al entrañable capitán funebrero. Vale destacar, además, el detalle lucido en las camisetas, a la altura del pecho, con la frase “Fuerza, capitán” debajo de un número 5.
*Pisano. “Matute” fue el estandarte del equipo. No sólo ejecutó a la perfección el penal que se convirtió en la apertura del marcador, sino que con su juego refrendó que será una pieza más que importante en el equipo. Para destacar: el enorme despliegue físico, que descarta cualquier posibilidad de dudas en este aspecto. Fue reemplazado al término del primer tiempo, por un posible esguince de tobillo. De confirmarse la lesión, el tiempo de recuperación mínimo sería, al menos, de dos semanas.
*A falta de Sherlock Holmes. No sólo soportó y venció la presión externa de ocupar el puesto del capitán, sino que se erigió en una de las figuras del equipo. Nicolás Watson, arribado desde Instituto (Córdoba), no sólo mostró una muy buena actitud posicional, sino que cortó infinidad de avances rivales, ductilidad con la pelota en sus pies y liderazgo. Junto a Juan Pablo Passaglia conformó el eje de juego y materializó la idea ofensiva habitual del equipo de Aníbal Biggeri.
*Otros puntos altos. Ramiro Costa, haciendo un trabajo similar al que efectuaba el Tanque Giménez el pasado año y anotándose con un gol en el triunfo, tras un excelente cabezazo luego de un córner perfecto de Pisano; Matías Vera, un lateral con proyección y vocación ofensiva que también destacó en la marca; Juan Pablo Passaglia, quien no hizo extrañar en nada a Alvaro Cuello. Prestancia, presencia, inteligencia y facilidad para asistir fueron sus atributos más visibles, y el juvenil Julián Domke, quien con su ingreso promediando la etapa final no sólo el equipo retomó el equilibro mostrado en los primeros 45 minutos, sino que se animó en ocasiones en posición ofensiva y demostró un más que interesante nivel futbolístico en los pocos minutos en cancha.
*El brazo armado del poder. Los lúmpenes engendros asacados por el mercantilismo político y económico que domina el fútbol (y no sólo a él) conocidos “artísticamente” como barrabravas, nuevamente se hicieron penosamente protagonistas en la tórrida tarde de San Martín. Internas que desataron grescas comenzadas en la tribuna principal y culminadas en la calle, a las puertas del estadio, que arrojaron como resultado relevante una persona asesinada aparentemente de una cuchillada. Habrá que ponerle fin a la hipocresía, por lo poco, y abandonar, como exponentes de medios de comunicación, la falsa retórica y la irresponsabilidad de exponer argumentaciones superfluas y pasatistas. Existe ineluctablemente una cadena de complicidades que comienza con el poder dirigencial, que generó éste, su “mal necesario”. Y le otorgó la potestad de manipular negociados –incluso con pases de futbolistas-, concesiones mercantiles y posicionamiento social, a cambio de convertirse en fuerza de choque en defensa de los intereses hegemónicos. Los barras son sicarios testaferros de un dislatado y peligroso orden cultural que a esta altura resulta difícil extirpar. El engendro se autosuperó y se le escapó de las manos al poder que le dio vida para la muerte, valga el redoble. Y entiéndase bien por “poder” a la caterva integrada por dirigentes de diferentes rangos, fuerzas de seguridad, empresarios, políticos, sindicatos y en muchos casos también -aunque quizá más por temor, inconsciencia o para no rebelarse a un falso sentido de pertenencia- a jugadores e hinchas comunes, a quienes sólo les falta para demostrarle una acrítica idolatría pedirles autógrafos (porque ya se toman fotos con ellos). Por lo sucedido, habrá que aguardar cuál será la pena que recaerá en perjuicio, no del club, no de la comisión directiva, sino de los socios e hinchas genuinos que abonan onerosas cuotas sociales o excesivos valores por una entrada a un partido de fútbol. Juego que, como muchas otras cosas, nació como entretenimiento, se posicionó- al menos en ambas márgenes del Río de la Plata, como acervo cultural y hoy se ve tergiversado y dominado por la violencia-barra que se desprende, inexorable, de la crueldad-poder, convirtiéndolo en un evento cuasi mafioso.