A poco del final, a Chacarita se le escapó el triunfo: fue 1 a 1, ante San Miguel, en el Templo y sin público (el primero de los cuatro partidos de sanción). Rodrigo Salinas, de penal, puso en ventaja al Funebrero, que lo pudo definir en varias oportunidades y terminó penando por la expulsión de Tobías Fernández.
Por Gustavo Calle
Las sensaciones de bronca y fastidio resultan inocultables. El empate ante San Miguel, en un desolado estadio Funebrero, se puede comprender indagando dos aristas que a la postre resultaron determinantes. La primera, y más importante, la falta de concreción de las, al menos, cuatro o cinco oportunidades muy claras del gol. La restante, la expulsión, a poco del final, de Tobías Fernández, por doble amarilla. Claro que antes y después –e incluso entre estas ambas situaciones- también tiene lugar el análisis para más que entender poder concebir el sabor amargo que deja el haber perdido dos puntos en condición de local, ante un rival que siempre fue de menor talla individual y colectiva.
Cuando Rodrigo Salinas anotó el penal, promediando la primera parte, ya Chacarita insinuaba (y no siempre concretaba) imponer su inconfundible estilo de juego, ante un visitante que se abroquelaba, tomaba marcas (sobre todo de los jugadores más desequilibrantes del equipo de Biggeri) e intentaba llevar las acciones al forcejeo y la disputa permanente.
Al encontrarse en desventaja, San Miguel apeló –con muy escasas y básicas variantes – a través de pelotazos al área del seguro Losas encontrar algún cabezazo salvador. Y poco, o nada, más.
No pudo definirlo
En el inicio de la segunda parte, Chacarita debió haber liquidado el encuentro. En varias oportunidades quedó de cara a la segunda conquista –incluido un tiro libre en el travesaño ejecutado por Pombo-, pero esta vez lo errático en la última puntada fue el estigma insalvable. Luego, la roja a Fernández, y ya sin algunos titulares en cancha, el Tricolor escogió esperar a un inoperante rival, aunque le costaba demasiado intentar construir algún contragolpe. Llegó el inesperado gol del visitante, a falta de cuatro minutos para el cierre, y otra vez la frustrante sensación que nos cobijó en varios partidos del torneo anterior (y en nuestra misma cancha) se apoderó del caer de la tarde en San Martín.
Lejos de tener una actuación similar a las de las primeras dos fechas del certamen, con intermitencias Chacarita igual pudo haberse hecho acreedor de unos nuevos tres puntos. Finalmente, los desaciertos en la definición y el quedarse con un jugador menos a minutos del final sólo permitieron adjudicarse una igualdad.
La desazón lógica de este 1 a 1 inesperado (por el trámite del partido) se sintió. Lejos de buscar excusas y aferrarse a suposiciones o especulaciones improcedentes (como críticas al entrenador por reemplazos mal efectuados, la expulsión de Fernández, las situaciones de gol dilapidadas o cierta ineptitud para defender el resultado parcial a favor) lo cierto es que el fútbol es un juego tan maravilloso que posee imprevistos. Y en ocasiones éstos se vuelven adversos. No habrá, entonces, nunca, que someter un análisis según el resultado obtenido, sino a los motivos que incidieron para ello. Por eso, la bronca. Por eso, el fastidio. Porque Chacarita no pudo/supo plasmar su supremacía. Y porque en la dinámica del juego existen variables insospechadas, muchas veces. Hoy saboreamos la gratuita tristeza de un empate futbolístico. Pero más, mucho más, por la forma en que arribó. ¿De qué manera? Simple, lo expresó Biggeri (tomado por el audio de la transmisión televisiva), ante los recurrentes cortes en el juego (no violentos) de los jugadores de San Miguel en muchos pasajes del partido: “Déjense de romper las pelotas, jueguen al fútbol”. El fútbol que desestimó el visitante y el que no pudo/supo imponer, con algo más de mayor continuidad y contundencia, el Funebrero.
CLAVES DEL PARTIDO
*Los puntos altos. Como en el partido anterior, Federico Losas volvió a mostrar seguridad. Incluso, ganando en el juego aéreo, quizá su mayor déficit hasta el momento. Nicolás Watson fue la figura del equipo de Aníbal Biggeri. Incontables quites en la faz defensiva y predisposición para llegar al área rival (pudo anotar en la segunda parte, pero el mano a mano se lo ganó el arquero visitante). Un escalón más abajo, Claudio Pombo -aunque intermitente-, quien también dilapidó situaciones claras de gol.
*Errores en la definición y la expulsión de Tobías Fernández. Quizá en estas dos situaciones podamos encontrar los motivos por los que Chacarita no terminó victorioso, ante un rival entusiasta pero de evidente menor calidad técnica individual y juego colectivo. Pombo, en al menos cuatro ocasiones muy claras –incluido un tiro libre que dio en el travesaño- y Watson tuvieron las más propicias. Con la roja a Tobías Fernández, los últimos minutos Chacarita se quedó sin fútbol (ya no estaban en cancha Salinas, Pombo, Coquito Rodríguez y Brandán) y se limitó a defender el resultado. Finalmente, en una jugada fortuita (con rebotes azarosos), el visitante halló un empate impensado.
*Puntos perdidos que duelen. Al igual que en varios partidos como local del certamen pasado, Chacarita no pudo cerrar un encuentro que le fue netamente favorable en juego, a pesar de no mostrar su mejor versión futbolística. Sin dudas, son dos puntos perdidos, porque además el gol del empate de San Miguel llegó a cuatro minutos del final, sin que este equipo haya preocupado ofensivamente, más allá de pelotazos al área del seguro Losas.
*Sede recuperada y ¿dilapidada? A través de las redes sociales, un denominado Complejo CH anunció en las últimas horas la apertura de “un nuevo club” (sic), en las instalaciones concesionadas del sector recuperado de la Avenida Federico Lacroze, de la sede que se supone es de Chacarita Juniors. En todo el texto, el parte de prensa jamás habla de la entidad Funebrera, y sí hace hincapié en la inauguración de una pileta semiolímpica, escuela de fútbol y hasta de un reducto gastronómico. Incluso cita como referencia de contacto a Splash, firma responsable del natatorio que da a la calle Teodoro García. Mucho les costó a los socios de Chacarita – que con el pago de su onerosa cuota no poseen más beneficios que una entrada a la cancha, cuando el Aprevide lo disponga- haber recuperado, en teoría, la sede social que corresponde al área de Lacroze, para que al parecer hoy ni siquiera luzca el nombre del club en el ingreso a la misma.
*Pierden buenos por pecadores. La sanción por cuatro partidos en condición de local que consta de jugar sin público fue, como es habitual, la salida más simple, facilista y cómplice. Como marca la lógica de la hegemonía mercantil, el Aprevide, encargado de determinar la pena, al igual que todos los estamentos de poder que manipulan el fútbol a su antojo transculturizándolo (AFA, dirigencia de clubes, injerencias políticas y económicas y sus brazos armados: las barrabravas) en verdad sancionó a los socios y simpatizantes genuinos que son quienes verdaderamente sostienen no sólo el fútbol como juego, sino como expresión genuinamente cultural. Sintetizando, se entiende que los organismos que rigen a esta disciplina deportiva no acometan contra sus intereses sostenidos en las relaciones de fuerza por la violencia de los barras. Hoy estos últimos son parte del negocio-fútbol, mas no por azar ni destino, sino porque el mismo poder los necesita (aunque se les hayan escapado de las manos) para proseguir corrompiendo lo que alguna vez fue, en todo sentido, un honesto juego.