El partido se suspendió a los seis minutos del segundo tiempo, por un botellazo arrojado por los plateístas del equipo de Victoria que impactó en Brandán. Hasta ahí, el Funebrero perdía de manera absolutamente inmerecida, por 1 a 0, luego de una primera parte en la que fue dominador y sólo le faltó el gol.
Por Gustavo Calle
Mientras la vida en que andamos (casi acríticamente) prosiga su decurso regida por la emblemática corrupción (que no sólo es económica-financiera) como acervo cultural, siempre habrá barrabravas o plateístas (esta vez de Tigre) -sometiéndonos sólo al ámbito del fútbol- por siempre y todavía que actuarán en sus roles subprotagónicos de gerenciadores del dislate y el despropósito. De más está citar en extensas vanas elucubraciones lo sucedido en cancha de Arsenal: un botellazo enviado desde la platea ocupada por energúmenos del club de Victoria impactó de lleno en el rostro de Fernando Brandán. El hecho desencadenó la suspensión del partido, a poco de iniciado el segundo tiempo. Sintéticamente éste fue el nefasto episodio, esta vez. La única manera de solucionar esta idiosincrasia dócilmente adquirida e introyectada es ir en búsqueda de las causas y los causantes. Primero, teniendo la decisión de hacerlo, que se topará inmediatamente con una trampa insalvable: las causas y los causantes, con su crueldad, son los que crearon, sostienen y mantienen bajo su égida a toda esta controvertida enmarañada de violencia convirtiéndola en una aporía de muy compleja no dilucidación, sino de ejecución práctica. Claro, causas y causantes que son parte del poder hegemónico, que no es suicida, y es por eso que ni siquiera toma parte en el asunto. La crueldad es la madre de la violencia. Y no sólo eso: también hace las veces de partera. Entonces, hasta tanto no se produzca una transformación (no alcanzan las reformas keynesianas que no cambian nada, más que los relatos) los análisis en este caso futbolísticos proseguirán desandando y despilfarrando palabras y reflexiones por estos caminos.
Monopolio futbolístico
A todo esto, hubo un partido de fútbol, por la mitad. El mini partido lo jugaron Chacarita y Tigre. El fútbol solamente lo puso el equipo de Biggeri, que debió retirarse a los vestuarios, terminado el primer tiempo, ganando cómodamente. No sólo por las al menos cinco claras situaciones de gol dilapidadas, sino por la propuesta futbolística que, salvo la mala definición, no sólo quedó en intenciones. Chaca, con sus limitaciones y defectos (como los de todo equipo, incluidos los de primera división), no claudica en su honesta idea. Hubo en esa primera parte una jugada que retrata a la perfección la idea por el buen juego de este plantel. Triangulación triple, exquisitos toques de primera y remate apenas desviado. Más allá del magro resultado final de esta acción, bien vale recordarla para de una vez por todas resaltar las bondades de este equipo indiscutidamente construido en el estilo Biggeri.
Increíble e insospechadamente, en el comienzo del rápidamente abortado segundo tiempo, Tigre se puso en ventaja. Luego llegó, inmediatamente, lo ya narrado y la suspensión del encuentro. Entonces habrá que insistir con la máxima del maestro Dante Panzeri: “El fútbol es la dinámica de lo impensado”. Maravillosa frase, a sabiendas que ello muchas veces es absolutamente injusta. Como en esta oportunidad.
Más allá de especulaciones maniatadas por un resultado deportivo, habrá que animarse (y es responsabilidad y compromiso hacerlo) a declarar que ¡Viva el Fútbol! (cuando sólo de juego hablamos). Una declaración de principios que hoy por hoy -y no creo ser exagerado-, dentro de un panorama general mezquino, resultadista y esquemático encontró un interlocutor válido, indisimulable y al que resulta impostergable celebrar. Por ello, ¡viva el Fútbol de Chaca! Y que cunda el ejemplo, por el rescate de un mercantilizado deporte que alguna vez (lejos de pecar como lírico) fue un juego que nos identificó culturalmente.
CLAVES DEL PARTIDO
*Volvió el dúo de payasos de TyC Sports. Julián Bricco y Fernando Lavecchia, pseudos relator y comentarista del histriónico y mercantil canal televisivo, obviaron impunemente hacer hincapié en el penal no sancionado cometido a Rodrigo Salinas, en el inicio del encuentro. Ambos arlequines del poder nuevamente pusieron de manifiesto su sistemática aversión por el Funebrero. Vale recordar que desde el año pasado, debido al evidente encono, la dupla nunca más fue enviada por sus patrones televisivos a transmitir en el estadio de San Martín.
*Otra vez, el déficit en la definición. Chacarita dominó ampliamente a su rival durante los primeros 45 minutos generando no menos de cinco situaciones clarísimas de gol. Con el repertorio de su idea futbolística, el equipo de Aníbal Biggeri mereció irse al descanso en ventaja. Colectiva e individualmente, el Tricolor marcó una nítida diferencia a su favor, que no se materializó en la red rival.
*El equipo, la figura. Difícil elegir a un jugador descollante, ya que esta vez sobresalieron los once. Quizá, por desarrollo de partido, Watson, Coquito Rodríguez, Salinas y Brandán podrían ser los destacados. Pero, en realidad, el equipo jugó un muy buen “mini partido”, y al igual con San Miguel, falló en el tramo final del campo.
*Perdón, Dematei. Es menester dispensarse con el defensor de Deportivo Riestra, a quien se definió en esta misma página como un “Neandertal”, en ocasión del encuentro jugado en 2023, que ganó Chaca por la mínima y en el que el rústico jugador en cuestión le cometió varios groseros penales (sin sancionar) a Luciano Giménez. La satírica disculpa viene a colación por el bochornoso penal de un defensor de Tigre (creo que Adorno) a Salinas, ni bien comenzado el juego. Lo amarró desde el inicio de la jugada por izquierda; lo sostuvo, lo arrojó al suelo y lo mantuvo maniatado en esa situación hasta que Pombo remató apenas desviado. El árbitro, como es ya una constante, determinó no cobrar un penal, que por las características debió haber incluido la expulsión del jugador rival.
*¿Y ahora? Esta vez, no fue la barra de Chacarita, sino los plateístas de Tigre los protagonistas de un hecho de violencia que determinó la suspensión del partido, con tan sólo seis minutos de la segunda parte jugados. Queremos suponer que dentro de este panorama burlesque que pena efectos y nunca causas (y causantes) el riguroso y patético Aprevide decidirá duras sanciones para el club de Victoria y el Tribunal de Disciplina de AFA le dará por ganado el encuentro al Funebrero. Bien vale, entonces, reiterar el pensamiento de NdR Radio: la violencia no posee adjetivaciones. No es la simplista “violencia en el fútbol” (o en el ámbito que fuere): es simple y gravemente violencia, a secas. Y no llega sola: proviene desde la crueldad emanada del poder que no sólo rige el fútbol, sino la vida vertical, escalafonaria y traspasada por jerarquías.